29 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

De La Habana a Jerusalén

By ROLAND J. BEHAR

Hace 60 años, a 6,813 millas de distancia de la Habana, en la ciudad de Tel Aviv, se declaraba la independencia de un Estado añorado por sus constituyentes por casi 2,000 años. Nacía el Estado de Israel.

Siempre hubo presencia judía en Israel. Siempre hubo judíos regresando a Eretz Israel (la tierra de Israel) desde la emigración rusa, entre 1882 y 1903 y después del Primer Congreso Sionista celebrado en Basilea, Suiza, bajo la dirección de Theodore Hertzl. Este judío húngaro, ante la consternación por la injusticia cometida contra Dreyfus, más sus propias experiencias con el antisemitismo en la Universidad de Viena de sus años de estudiante, decide desplegar su esfuerzo e intelecto en hacer entender al mundo y a los judíos, en particular, que la esencia del problema judío no era individual, sino nacional.

El declara, con mucho acierto, que los judíos sólo podrían ser aceptados en el momento en que dejaran de ser una anormalidad dentro de la nación y que una solución viable contra el antisemitismo --o judeofobia, como prefiero llamarle-- era entender que los judíos eran un pueblo, que la problemática era internacional y que, como una cuestión internacional, así debía verse: que su solución pasaba por entender la necesidad de la restauración de un Estado judío como en los tiempos del rey David, cuando los judíos eran dueños de su destino, en este caso, con el aporte y apoyo de las potencias internacionales.

Había nacido el movimiento sionista. Desde ese momento en adelante en todas las comunidades judías comenzó a impulsarse la emigración hacia la histórica tierra de Israel. No es hasta 1948, luego de cruentas luchas contra el ocupante imperio británico y las presiones impuestas por los enemigos de la idea de que, después del horror del Holocausto, las Naciones Unidas finalmente aceptan y cooperan con la proclamación de la existencia del Estado de Israel.

Se preguntarán mis lectores: ¿qué tiene que ver esto con Cuba? Poco o mucho, dependiendo de cómo se vea. Les cuento:

Para el final de la primera mitad del siglo XX, había cerca de 10,000 judíos en Cuba. Ellos, como todos los judíos del mundo, tenían su atención y su fe puestas en el fenómeno inesperado que tenían ante sus ojos. Después de miles de años pidiéndole a Dios ''Leshaná Jaabá be Yerushalayim'', que significa ''que el próximo año estemos en Jerusalén'', ya era posible estar ahí, en la capital eterna del Estado hebreo. Existía de nuevo el Estado de Israel en las tierras del viejo reino. ¡Por fin!

Cuando, a raíz de la declaración de las Naciones Unidas, se desata la guerra de agresión al joven Estado judío por parte de sus vecinos árabes, los judíos cubanos no se quedaron cruzados de brazos. Diecinueve --entre los que había un cubano negro, convertido por amor y convicción al judaísmo, Primitivo Ramírez, luego de innumerables visicitudes lograron llegar a Israel y participaron en importantes batallas, incluyendo la de Falucha. Ellos tuvieron el honor de desfilar como parte de las triunfantes Fuerzas de Defensa de Israel en el primer aniversario de la independencia. Todos menos dos: Daniel Levy y David Mitrani, quienes habían perdido la vida como héroes. Les acompañaron en esta epopeya el Dr. Alberto (Abraham) Forma, Mordechai Maya, Sabeto (Shabetay) Yahya Treves, Sabeto Yahia Rebani, David Roffe, Israel Bichachi, Elias Tacher, Salvador Ben-Nun, Isaac Barrocas, Jaime Goldberg, Salomón Mitrani, Israel Behar, José Hazday, Yumale Friedman, David Balchatu y Rubén Behar. Sus edades oscilaban entre los 18 y 25 años a excepción de Primitivo, quien para entonces estaba alrededor de los 35 años de edad, casado y con una hija.

Otros judíos cubanos, por su parte, fueron a empuñar el azadón y trabajar la dura tierra en el kibutz Negba, fundado en 1948. Este devino lo que es el actual kibutz Gaash, entre Herzlia y Haifa. Allí laboraban sin abandonar el fusil a sus espaldas para defenderse de las bandas que constantemente les atacaban.

El camino ha sido duro y preñado de ''sangre, sudor y lágrimas'' como dijera Churchill. El resultado ha sido evidente: Israel ha aportado al mundo sinnúmero de contribuciones para el bienestar y el desarrollo de la humanidad en todos los campos desde la ciencia a la música.

Tengo fe en que, en una Cuba liberada, el capital humano de mis compatriotas pueda seguir tan digno ejemplo y vuelva a ocupar un lugar cimero en América Latina y el mundo, no como exportador de revoluciones, dolor y muerte, sino como ejemplo de una sociedad bajo un estado de derecho donde todos, sin distinción de raza, origen o religión puedan criar a sus hijos felices y en paz. A ellos y a todos los cubanos que han luchado y luchan por la libertad y la democracia en todos los rincones del planeta dedico este pequeño homenaje al aniversario 60 de Israel.

 

rjbehar1050@hotmail.com

 


 

 

 

 
 
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