29 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

¿Qué puede esperarse?

Con acciones puntuales y poco conectadas entre sí, el modelo económico de Raúl Castro no llegará muy lejos.

Elías Amor Bravo, Valencia

En los últimos años, los economistas han prestado especial atención a las condiciones que explican por qué unos países, en el curso de una generación, superan las trabas del subdesarrollo y se sitúan a la cabeza del liderazgo mundial, en tanto otros se mantienen inmersos en el círculo vicioso de la dependencia y el atraso.

Un reciente estudio de la Comisión de Crecimiento y Desarrollo del Banco Mundial, Growth report: strategies for sustained growth and inclusive development, ha indagado sobre estas cuestiones, aportando evidencias que vienen a complementar los esfuerzos que se están realizando para tratar de comprender mejor qué explica esas desigualdades.

Quizás las dos primeras conclusiones parecen evidentes. No es fácil conseguir un crecimiento elevado y sostenido para un país, por mucho que los responsables de las políticas se empeñen en ello; y tampoco resulta sencillo una mera traslación de las experiencias de éxito de unos países a otros.

La constatación de estas dos restricciones hace que el problema parezca más complejo aún de lo que es, pero sus repercusiones, en términos de bienestar y riqueza para un amplio volumen de la población mundial, exigen prestar la máxima atención y compromiso para tratar de promover, de la manera más acertada posible, las condiciones de vida y las oportunidades de desarrollo personal y social que se abren para numerosas sociedades.

Experiencias probadas

Analizando las características del conjunto de 13 países que han mostrado un mayor dinamismo en sus tasas de crecimiento, con un componente de estabilidad y desarrollo equitativo, se obtienen una serie de puntos en común:

-Sacaban el máximo provecho de su posición en la economía mundial.

-Mantenían la estabilidad macroeconómica.

-Alcanzaban niveles elevados de ahorro e inversión.

-Dejaban la asignación de los recursos en manos de los mercados.

-Contaban con gobiernos comprometidos, confiables y capaces.

Cuando se observa estos puntos comunes de los países con más éxito en la economía mundial, se llega a la conclusión de por qué Cuba se encuentra tan lejos de estos indicadores y, sobre todo, en qué medida el régimen comunista será incapaz de conseguir que las condiciones de vida de los cubanos mejoren.

En repetidas ocasiones, se ha destacado cómo es imposible que Cuba supere el "círculo vicioso" en que se encuentra dentro de la economía mundial, como consecuencia de su tradicional dependencia de subvenciones y donaciones procedentes del exterior (primero soviéticas, después "bolivarianas"), lo que impide que se desarrollen sectores fuertemente competitivos que aporten recursos a la economía. En vez de sacar estas conclusiones, el régimen se empeña en culpar al embargo de EE UU, y así le va.

Si algo caracteriza el manejo de la política económica en Cuba es la absoluta falta de control macroeconómico. No tanto por la ausencia de instrumentos para hacerlo, sino por la complejidad de un sistema intervencionista y planificado que, sin embargo, no es capaz de aplicar las normas occidentales macroeconómicas. Ahí está la polémica reciente con CEPAL por el cálculo del PIB de la economía cubana, el señoriaje realizado con el déficit durante el período especial, o la falta de capacidad del Banco Central para mantener sus políticas y actuaciones en materia cambiaria.

Ahorro e inversión. Justo lo que necesita la economía cubana para reflotar el capital productivo y de infraestructuras del país. ¿Por qué no se construyen viviendas, transportes, edificios, vías de comunicación, telecomunicaciones, energía? Porque no existe ahorro público para hacerlo. La población se ha visto instalada en una dinámica de gasto para hacer frente a un nivel de necesidades muy insatisfechas. A ello se une la falta de confianza en el futuro, que impide cualquier apuesta financiera a medio plazo.

Y qué podemos decir de los mercados. A duras penas, el régimen reconocerá la propiedad privada y el mercado como instrumentos básicos de asignación, a pesar de la recomendación del Banco Mundial. En vez de ello, recurre a fórmulas trasnochadas, como la cesión de tierras a agricultores, que no van a dar los resultados deseados en términos de productividad.

Nada de nada

Es hora de que los cubanos puedan volver de nuevo a desarrollar proyectos personales de empresa, al margen del intervencionismo estalinista. Además, el modelo de sector público debe orientarse hacia la gestión privada; pero es difícil que estas medidas se abran camino dentro de la ortodoxia comunista.

En cuanto a un gobierno comprometido, confiable y capaz, nada de nada. La calidad de la gestión administrativa y gubernamental en Cuba es de las más bajas del planeta y la ineficiencia, denunciada en numerosas ocasiones por Raúl Castro, va de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba, sin que nadie pueda mostrar resultados que animen a pensar lo contrario.

Son los males de la burocracia estalinista en un siglo que no es el suyo, y que, tarde o temprano, debe modernizarse y adaptarse a los tiempos que corren.

Como se observa a partir de este rápido diagnóstico, Cuba, por desgracia, no cumple ninguno de los puntos comunes de los países que han tenido éxito en sus procesos de desarrollo y transformación, a juicio de los autores del Banco Mundial. ¿Qué podemos esperar de todo ello? Otro medio siglo más de atraso y de ausencia de estrategia para salir de la crisis estructural castrista, más miseria y escasez de bienes, menos expectativas en el futuro y ninguna confianza en las posibilidades reales de la sociedad.

No es el mejor escenario para una transición a la democracia. Por mucho que se quiera presentar el modelo económico de Raúl Castro como un éxito, y que los cambios (tener móviles o tostadoras) son el futuro, la realidad que se impone es bien diferente.

Con estas acciones puntuales y poco conectadas entre sí, no se avanzará muy lejos. Y lo peor de todo es que las autoridades miran para otro lado. No parecen darse cuenta de que para que la Isla salga de su atraso secular, la mejor solución es que dimitan, se marchen a casa y que una nueva clase política pase a dirigir el futuro del país.

 

 

 

 
 
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