29 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

Cubanos aún sufren apartheid turístico en sus playas

Redacción de The Miami Herald

Edis está acostumbrada a que la expulsen de las playas para turistas.

Para poder ganarse la vida trenzándole el cabello a las turistas en la popular playa de Varadero, se coloca en una franja de arena entre los hoteles para no entrar a los terrenos de las instalaciones.

Entonces le hace un gesto con la cabeza a los guardias de seguridad, que sella el acuerdo ilegal: de cada $30 que gane por su trabajo, el guardia recibe $6.

"A ellos les gusta mantener a los cubanos y a los turistas separados'', explica. "Me han detenido cuatro veces. No me considero una delincuente. Yo estoy luchando para poder vivir''.

Una de las primeras decisiones tomadas por Raúl Castro tras asumir el poder hace tres meses fue permitir a los cubanos alojarse en los hoteles turísticos y visitar las playas exclusivas. La medida acabó con una política de muchos años que los cubanos consideraban injusta, además de inconstitucional. La decisión fue proclamada como el final del llamado apartheid turístico y la primera de varias tomadas por Raúl para eliminar los agravios que más molestaban a los cubanos.

Aunque los 11.2 millones de habitantes de la isla tienen ahora la libertad de gastar sus ahorros en Varadero --una meca turística 132 kilómetros al este de La Habana--, la realidad es algo más complicada. Pocos cubanos pueden aprovechar la oportunidad que les brinda el gobierno debido a los precios altos y los bajos salarios. El precio de la estadía en un hotel varía entre $30 y $200 la noche, mientras que el sueldo promedio es de $17 al mes.

Incluso ahora, cuando técnicamente los cubanos pueden frecuentar los lugares de veraneo, la arena de las playas sigue llena de europeos y canadienses, mientras que mujeres como Edis caminan de un lado a otro por la orilla del mar en busca de trabajo, propinas y sobras.

El resultado es un inmenso abismo racial que se extiende a lo largo de las costas cubanas. Los extranjeros, en su mayoría blancos, reposan en sillas de extensión de los hoteles y las mujeres cubanas, en su mayoría negras, caminan por la playa burlando a los guardias de seguridad. Son mendigas profesionales precariamente disfrazadas de peluqueras. Llegan todos los fines de semana con las manos vacías y se van con bolsas de champú del hotel, ropas donadas por los turistas y, si tienen suerte, al menos $24 por trenzarle el cabello a alguna turista.

"Ese guardia de seguridad allí sabe que yo estoy acá, y si no me ha dicho nada es porque está esperando los $6 que le voy a dar cuando me deja arreglarle el pelo a alguien'', dijo Edis, que se levanta a las 5:30 a.m. para hacer el viaje de tres horas desde su casa en la zona central de Matanzas. "Lo que hago en la playa es lucharla. La gente de clase baja viene aquí a hablar con los turistas, a pedir cosas, porque tenemos muchas necesidades''.

Edis, Silvia, Acarena, María, Beatriz y Elisa tenían la esperanza de que las nuevas reglas significaran que los guardias de seguridad las dejaran trabajar, aunque todavía está prohibido ganarse la vida en dólares, excepto algunos empleados del gobierno.

Para estas mujeres, la nueva medida que permite a los cubanos cruzar la barrera invisible que ha separado por muchos años el extremo oeste de Varadero donde se congregan los cubanos de los centros reservados para turistas es poco más que un chiste.

"Supuestamente ahora tenemos derecho a usar la plaza'', afirmó Elisa, que andaba con sus hijas en busca de clientes dispuestas a hacerse trenzas. "Mientras yo me mantenga en el agua, eso es verdad, nadie me molesta. Pero en el momento en que pongo un pie en la arena y me acerco al hotel, los guardias de seguridad vienen corriendo y me botan.

"Así era el año pasado, y así es ahora'', agregó.

Raúl Castro, que asumió la presidencia el 24 de febrero, dedicó los primeros meses de su mandato a tomar medidas relacionadas con el consumo, que permitieron a los cubanos de a pie no s alojarse en hoteles para turistas, sino también comprar teléfonos móviles, reproductores de DVD, hornos de microonda y computadoras. Un grupo selecto de cubanos que trabaja en la industria del turismo, administran negocios ilegales o tienen familiares en Estados Unidos que les envían dinero han corrido en masa a las tiendas para aprovechar las nuevas facilidades de compra.

Aunque los bienes de consumo vuelan de los estantes, la mayoría de los cubanos entrevistados por The Miami Herald dijeron que una habitación de hotel a $150 es un lujo difícil de justificar.

No obstante, aunque la mayoría de la gente no pueden pagar un hotel, Raúl ganó puntos políticos al revertir la prohibición de los años 90 que prohibía el uso de los hoteles turísticos a los cubanos.

"La gente consideró ofensiva esa prohibición', opinó Philip Brenner, experto en temas cubanos de la Universidad Americana. "Eliminar esa prohibición no cambia mucho las cosas, pero elimina la sensación de estar en una prisión. Cuando uno no vive bajo esas circunstancias es difícil imaginarse lo importante que es eso''.

Otros especialistas en temas cubanos concuerdan en que aunque la mayoría de los cubanos no se beneficia de las reformas al consumo de Raúl, ha logrado acumular capital político, aunque corre el riesgo de crear más adelante una división de razas y clases.

"Poder quedarse en hoteles es importante simbólica y sicológicamente'', dijo Katrin Hansing, vicedirectora interina del Instituto de Investigaciones Cubanas de FIU. "Eso le ha dado a los cubanos la sensación de que ahora sí pueden. La gente se siente libre, es muy extraño. Esto es algo que quisieron hacer desde siempre, y ahora pueden''.

Hansing, que regresó recientemente después de haber vivido cerca de 10 años en Cuba, advirtió que Raúl corre ciertos riesgos.

"Los precios son altísimos, de modo que será una euforia a corto plazo'', dijo Hansing. ‘‘Ahora se hará más visible quién tiene dinero y quién no. La gente que no tiene muchas veces son los negros. Esto se puede volver problemático''.

La decisión de permitir a los cubanos quedarse en hoteles también plantea la interrogante de cómo el gobierno podrá controlar la prostitución. Las llamadas jineteras se ganan la vida buscando extranjeros, que les compran regalos. Hasta ahora esas relaciones se limitaban por lo general al vestíbulo del hotel.

Anteriormente no se permitía que los cubanos subieran a las habitaciones de los extranjeros. Ahora pueden, pero tienen que inscribirse en la recepción.

"Ahora las muchachas entran con los extranjeros, y eso no es problema mío'', declaró un portero de hotel quien dijo que no estaba autorizado a dar su nombre. "¿Sabe usted sabe qué les digo?: ‘Que tengan muy buenas noches'. Estoy seguro que más adelante, cuando la muchacha se inscriba en el hotel dos o tres veces, será un problema. Pero no conmigo''.

Yadeli, guardia de seguridad en un hotel de Varadero, dijo que ha visto quedarse a tres cubanos en su centro turístico de lujo en los tres meses transcurridos desde que Raúl Castro levantó la prohibición.

De modo que se pasa el día en la playa de cuello y corbata impidiendo el paso a los cubanos que tratan de entrar en su hotel.

"No es que por ser cubano no puedan caminar por la playa. Yo sólo quiero sabe qué están haciendo y les voy a impedir la entrada si no son huéspedes''.

Beatriz, de 30 años, sabe exactamente qué quiere decir Yadeli con eso.

"Ahora están dejando estar a más cubanos en la playa. Mira a tu alrededor y verás a algunos'', explicó, pocos minutos después de ser interrogada por un guardia. "Pero si los de seguridad te ven hablando con alguien, olvídate de eso. De modo que sí podemos estar en la playa, lo que tenemos que seguir caminando''.

The Miami Herald no revela el nombre del corresponsal que escribió este reportaje ni el apellido de algunos de los entrevistados porque el reportero no tiene la visa de periodista que el gobierno cubano exige para reportar desde la isla.

Cuba@MiamiHerald.com

 

 

 

 

 
 
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