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El cambio

Posted on May 27, 2008
Filed Under Columnistas, Emilio Ichikawa, Opinion, RM |

 

Por Emilio Ichikawa.

 

Emile Ciorán, un hombre bueno de escritura amarga, creía que la actitud ante la muerte estaba enlazada a una valoración de la vida. Parece un lugar común, pero no. Al momento de morir: ¿nos despedimos de un lugar donde hemos sido felices o de un infierno laico que es mejor abandonar?

La izquierda no debería tener hagiografía. Si cree que las cosas están tan mal, el álbum de su martirologio debería estar compuesto por imágenes de santos gozadores y no por esa constelación de víctimas que pueblan sus efemérides cuando llega al poder.

José Luis Tassende sin ojos, Víctor Jara con los dedos cortados, Reyes reventado el día de su cumpleaños, el nombre de Fidel escrito con sangre en las puertas y ventanas del mundo…En periódicos y libros de historia la izquierda notifica la existencia de un mundo muy malo.

Por eso la izquierda es solemne, marcial, pesada. Por eso en cincuenta años en Cuba no se ha producido un chiste a favor de Fidel Castro. Y por eso, y por coherencia, sus cuadros de dirección son tan graves como quien los manda. Ni siquiera los más jóvenes como Felipe Pérez Roque o Hassan Pérez saben reír.

Como el mundo está mal, la izquierda quiere que cambie. Para mejor, por supuesto. Deberían ahorrarse el esfuerzo, porque el mundo cambiará de todas maneras. Lo cambió la rueda un día, y la pólvora, y la brújula, y el motor de combustión interna, y la aviación y la Internet. Hasta donde sabemos, esos agentes de cambio los producen personas tranquilas y persistentes. Gente muy querida que adora la soledad. El silencio.

La izquierda es revolucionaria. Y es altruista. Por eso quiere un cambio general. Un cambio que beneficie a los otros, nunca a ellos mismos: porque la izquierda no tiene sentido común. Un cambio que abarque a todos los hombres y mujeres de cada rincón de la tierra. Un cambio imposible, una promesa, una mentira.

Cierto día, la esposa de un viejo sindicalista del castrismo le dijo:

 -”No tenemos aceite para cocinar.”

 -”Es injusto… el mundo es injusto, pero no importa, algún día tendremos eso y más”. Le dijo y entonces ella remató:

 -”No te hablo del mundo, te hablo de cocina de esta jodida casa.”

 

En verdad la izquierda lo que está es desajustada, tiene problemas con el “ser”, por eso quiere deshacerse de él. Los izquierdistas no son personas serenas, se ha vuelto hasta incómodo pasear con ellos. Y si es una izquierda antiamericana, ¡en Norteamérica!, la situación se torna realmente insoportable.

No niego que un mundo mejor sea posible, pero frente a él tenemos un mundo real. A veces las promesas de cambio son excusas, licencias para experimentos que pueden poner las cosas peores de lo que están o, en el mejor de los casos, dejarlas como estaban después de haber malgastado buena parte de nuestro de nuestro tiempo en esa operación fútil.

 

 

 

 
 
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