26 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

Enfermedad sin ideología

 

By OSCAR PEÑA

Afirman que para escalar en la sociedad o en una empresa nunca debes criticar a sus rectores y autoridades. Proponen elogiarlos siempre aunque sepas que estés reafirmando que las noches no existen. Mentir, fingir, complacer. La libertad parece algo muy relativo y muy condicionada en dictadura y en democracia por aquella clásica afirmación ''del hombre y sus circunstancias''. Es decir, que nuestro comportamiento, apariencia y opiniones políticas van a estar sujetas a nuestro jefe inmediato o superior, que puede decidir sobre nuestro destino. Por esa razón, en Miami --como en Cuba-- se estila mucho vivir con la clásica ''careta cubana''. En esta plaza del destierro también callamos opiniones personales y aplaudimos las torpezas de los rectores o caciques históricos de esta parte. Es una enfermedad sin ideología. Es de derechas y de izquierdas. La ventaja que tienes en democracia es que existe la posibilidad de buscar otro espacio donde tu pagador te valore por tu trabajo y no por tus ideas políticas.

Como en toda regla hay excepciones, pero los cubanos en particular padecemos de la dañina patología en los dos bandos. Debo ser un animal cubano raro. Yo mismo me hago daño con mis opiniones. En Cuba pude ser Carlos Lage o Felipe Pérez Roque, pero disentí de los dirigentes históricos de la revolución y de niño héroe me convertí en ''traidor, disidente y agente de la CIA''. Ahora también discrepo de dirigentes históricos del exilio. ¿Existirá algun dia sostenidamente la sensatez política que Cuba necesita en todos sus hijos? Siempre estoy indagando sobre nuestros errores para que nos sirvan para crecer como pueblo.

Acabemos de aprender. Nunca debió darse en Cuba la violenta revolución del 33, ni el 10 de marzo de 1952, ni el 26 de julio de 1953, ni el 29 de abril de 1956, ni el 13 de marzo de 1957, ni el 1 de enero de 1959, ni el terrorismo de los anticastristas. Más que hechos valiosos y heroicos para Cuba, son penosos. Contra la opinión general de los estudiosos de la época, considero una mancha negra en la historia de Cuba aquella innecesaria violencia de la década del 30 contra un general del ejercito mambí llamado Gerardo Machado que no tuvo pocos aciertos en su primer periodo como presidente y por sólo aspirar a reeligirse, como se hace en muchos países, le declararon los cubanos una guerra sangrienta. Las respuestas que hemos buscado los cubanos a un mal han sido males peores. Hasta siniestros, como afirma el historiador Enrique Ros: ``los contrarios a la reelección del presidente Gerardo Machado asesinan a su ministro de Gobernación, Clemente Vázquez Bello, sólo con la intención de planear la asistencia del referido presidente al entierro del mismo. El cementerio de Colón en La Habana existe hoy --estuvo dinamitado, esperando por el sepelio y la asistencia del presidente para matar a todos los asistentes-- porque a última hora la familia de la víctima cambió el lugar de su enterramiento para la provincia de Las Villas, donde había nacido el difunto''.

Es hora ya de enterrar para siempre en nuestros países latinoamericanos la violencia y aprender a ponernos los valientes pantalones largos de la lucha cívica de ideas. Pido disculpas a Dale Carnegie, el famoso autor del manual Cómo ganar amigos, si lamentablemente me gano adversarios con compatriotas que no entiendan estas razones, pero me pregunto cómo muchas organizaciones no efectuaron jamás durante su retiro en Miami, o incluso póstumamente, un acto de homenaje a Carlos Márquez Sterling, ex presidente de la Asamblea Nacional de Cuba que aprobó la Constitución de 1940 y cubano que enarboló infructuosamente la bandera de la paz y una salida civil y electoral para la tragedia cubana en la década de 1950 para evitar lo peor que vino después, o un homenaje a los exiliados de la Plataforma Democrática Cubana, que desde 1990 buscan y proponen soluciones cívicas, modernas y de paz para la nación cubana.

 

 

 

 

 

 
 
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