26 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
Limpios, pulidos y con 'tó' el 'hesplendor'

DIARIO LIBRE


El ser humano es, antes que un bípedo implume, un animal metafísico cargado de congojas, un ser social que necesita comunicarse. Y que no sea la maldita ortografía la que se lo impida

RAUL RIVERO

Martes

Fantasmas en el ruedo

José Ignacio Cabrujas, un caraqueño del barrio pobre de Catia, vivió 58 años (1937-1995) empeñado en enriquecer el teatro de su país y en quitarle toda la gomina y la cursilería a las telenovelas.

Descubrió el oficio de convertirse en otras personas y resucitar mundos perdidos en sus años de universitario, fajado con el Derecho Romano y la Oratoria para conseguir un título de abogado al que nunca le sirvió ninguna toga.

Fue la revelación del teatro universitario de los 50 y, desde aquellos años, se mantuvo como autor, actor y director de lo más notorio y trascendente de la escena venezolana.
Salió a hacer columnas a los grandes diarios, escribió con irreverencia y humor sobre política y sobre Historia. Se metió, en los 70, con Salvador Garmendía y otros dos o tres locos a renovar las estructuras de los culebrones. Más tarde, hizo también guiones para cine.

Era culto y se lanzaba al ruedo. Aparte del teatro y la literatura, tenía pasión por la ópera y por Caracas. Creía que él y esa sucesión de calles y edificios se querían y se compenetraban y para tratar de demostrar esa relación escribió un libro que se titula La ciudad escondida.

Cabrujas quiso también, mediante sus artículos periodísticos, comprender a los venezolanos y describir las patologías de su sociedad. Fue un autor que entró en todos los temas con el apoyo de su oficio y con los miedos contenidos, encadenados y silenciosos en una estancia que nadie pudo violar nunca.

Los escritores, las nuevas generaciones de amantes del teatro y el mundo académico lo recuerdan con lecturas de sus obras, seminarios y debates sobre sus piezas más conocidas como Acto cultural, Profundo, El día que me quieras, El extraño viaje de Simón el malo, Días de poder y El nombre del rey.

En la realidad venezolana de estos días mucha gente lo extraña. Como pasa con algunos otros autores, Cabrujas sale por las mañanas a las tertulias políticas y pasa por las conversaciones de los hombres y mujeres que, sin dejar de tener una visión crítica del pasado, no saben a donde mirar cuando quieren saber algo de su porvenir.

Dicen los amigos que escriben desde Mérida, Tovar, Caracas, Valencia y Maracaibo que, por lo menos 10 veces al día, en alguna parte de Venezuela, alguien se pregunta en voz alta: «¿Qué diría de esto José Ignacio Cabrujas?».

Y parece que todo el mundo sabe la respuesta.

Miércoles

Realismo mágico ortográfico

Las familias, las pandillas de amigos, los barrios y las pequeñas comunidades tienen un lenguaje privado. Son contraseñas, códigos, sistemas de señales. Canciones, silbidos, citas de frases de celebridades del entorno. Una red de comunicación que, aunque estés relativamente cerca de ellos, te hacen sentir como un extranjero, un pajuerano, como le dicen en México a los que vienen de ajuera. Es decir, de afuera.

Hay otra cofradía selecta que vive y progresa en cualquiera de las naciones que se comunican en lengua española. Son las personas que utilizan una ortografía caprichosa, particular, con reglas que no están escritas porque se trata de un lenguaje que se reinventa cada vez que aparece.

Mi amigo Rubén Lau, un conocido periodista y diplomático mexicano, pertenece a otra logia, la de los que disfrutan y persiguen por aire, mar y tierra a esos creadores anónimos que enriquecen el castellano y le dan una nota de humor a la vida diaria.
Esta semana me ha enviado una selección de carteles hallados en diferentes puntos de México. Este es uno de ellos. Una letra negra, irregular, sobre un fondo que pudo haber sido blanco: «El que ssalte estavalla y llolopille en dentro seba arrepentir de abernacio».
Hay otro que parece escrito por alguien con la voluntad de violar con alevosía las reglas. Está en la puerta de un establecimiento y dice: «Abrido. Bendo varato».

La colección incluye algunos hallazgos que están escritos en buen español, pero que se ganan un sitio especial en la muestra por su pasión y originalidad. Es el caso de una foto donde aparece una señora votante de Roberto Madrazo, el candidato presidencial del PRI en la últimas elecciones mexicanas. La mujer sonríe y no mira a la cámara. El cartel que enseña dice: «Madrazo, de ti yo me embarazo».

Bien escrito también, pero incluido por su carácter religioso está en la pared de una iglesia: «Prohibido cachondear frente a la virgen».

En materia de publicidad, tras líneas dibujadas con pintura de aceite en la puerta del Volkswagen de un curandero: «Secura eligado y loriñone».

Para finalizar, una señal de tráfico: «Sona escolar. Belosidad max 10 M.P.H.» Parece imposible, pero ahí están y todo el mundo lo entiende, obedece y entra por el aro. El hombre es mucho más que un bípedo implume y mucho menos que un animal metafísico cargado de congojas. Es alguien que necesita comunicarse.

Miércoles

Una cosa es con tutú

Hay en Cuba un afán desaforado por encontrar la inmortalidad. Hace poco, cuando Alicia Alonso, esa leyenda universal del aire, cumplió 88 años, una periodista de su país confesó que estaba convencida de que la artista viviría dos siglos.

La verdad es que la señora Alonso fundó hace seis décadas una poderosa y creativa compañía de ballet que, en opinión de críticos y legos, le ha dado a la cultura de aquella nación gloria y escuela.

Alzada en los aplausos y los bravos de balletómanos de todo el planeta, la bailarina sigue su ritmo, trabaja cada día y encuentra siempre la manera de renovar piezas que ya había renovado. Su talento le permite, por encima del declive físico, reconocer en los arcos de los brazos y en la gracia de los movimientos la sombra ligera de la poesía.
Por estos días en España, se la acompaña con respeto y admiración en el aniversario 60º de su compañía.

Por este país, al que parece que debemos volver todos cada cierto tiempo y por diferentes motivos, pasó en una gira cósmica el compositor y cantante Pablo Milanés con su guitarra y la orquesta que descubre Chucho Valdés en los teclados integradores de los pianos.

Ningún cubano se escapa a las preguntas acerca de la realidad de su país. Durante su estancia en España, le preguntaron a Milanés sobre la situación de los presos políticos.
«Sobre ese tema», dijo el gran músico, «yo siempre tuve mi opinión Y, a diferencia de otros 29 intelectuales, me negué a firmar una carta de apoyo a los fusilamientos decretados, en marzo de 2003 contra tres cubanos que intentaron abandonar el país. También suscribieron la condena de largos años de prisión a 75 disidentes y opositores pacíficos. Ya dije entonces lo que tenía que decir».

Entre las firmas de quienes apoyaron los fusilamientos y las penas de prisión estaban en punta todas las aes y las eles de la diva del vuelo rasante. Nicolás Guillén, el poeta de Motivos de Son y Sóngoro Cosongo, escribió una cuarteta que aprendí de joven: El bailarín que aquí ves/ tiene una rara torpeza/ destruye con la cabeza/ lo que hace con los pies.

 

 

 

 
 
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