19 de mayo de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 
CRÓNICA
 

La visión del hombre nuevo

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Los últimos hechos de sangre en la zona oeste de La Habana ponen a pensar a cualquiera.

Una mortandad al finalizar la noche en la discoteca de Playa Baracoa, el poblado que limita Habana campo con la capital, y luego el extraño asesinato de mi vecino Michel Palermo, mientras esperaba tranquilamente la guagua para dirigirse a su trabajo en la parada del P1, frente al antiguo Coney Island, hoy Isla del Coco, son hechos que consternan.

En el barrio le pregunté a Joaquinito, otro de los que andábamos a veces con Michel, qué podía haber sucedido para que nuestro vecino, cantante de un grupo musical y un muchacho tranquilo, tuviera un fin trágico. Me respondió que él tampoco se lo explicaba y de ahora en lo adelante iba a andar armado. Se alzó un poco la camisa y asomó el cabo de un cuchillo.

-No voy a dar tiempo. Nada más que vea que vienen cerca de mí con intriga y voy a golpear primero.

Joaquinito tampoco es un joven conflictivo. Vive de la calandraca que extrae de las costas y vende en el malecón a los eternos pescadores del muro que la usan como carnada. Cuando lo vi estaba paseando en coche a su hijo de un año, seguro de que ripostaría ante cualquier indicio de peligro.

El otro a quien busqué para que me explicara qué había sucedido con las puñaladas que acabaron con la vida de Michel fue a Rubén, que acababa de limpiar el patio de la familia Carballo por cinco dólares. Me dijo que no lo sabía y que tampoco entendía lo que pasó en la discoteca de Playa Baracoa el sábado por la noche, cuando se armó una riña que dejó un saldo de cuatro muertos y más de veinte heridos.

Dice destruyeron la guagua 420 que realiza el trayecto de Playa Baracoa al paradero de Miramar. Un moderno Yutong al que el estado exige cuidar dedicación.

Con esos cinco dólares, Rubén iba a organizar una fiesta en su casa, con su mujer y su pequeño hijo.

–No se puede salir a la calle –me dijo.

Por la tarde me encontré a Palermo, el padre de Michel. Palermo es retirado del Ministerio del Interior. Fue oficial de tropas especiales por muchos años. Ahora vive de la pensión y de una contrata de sereno en el círculo social Marcelo Salado, de Jaimanitas, y de lo que saca alquilando su viejo Moskovich. Le di el pésame, y me dijo:

-Acababa de entregarle el regalo del Día de las Madres, y le dijo a su mamá que regresaría temprano.

Entonces reconstruyó la escena en la parada del P1. Una pareja discutía y el hombre, indignado, gritó:

-¡Como no puedo matarla a ella, te voy a matar a ti, cabrón!

Se volvió a Michel, y le clavó varias veces el cuchillo.

El padre de Michel contó que Raúl Castro tomó el caso de la discoteca directamente de Baracoa y que ya al local le pasaron con un buldózer por arriba, que allí no queda nada, y que todo fue culpa de las la droga y el alcohol. En silencio, recordé el viejo cuento de aquel hombre que le dijeron que su mujer le era infiel en el sofá de la sala y, enfurecido, decidió botar el sofá.

 

 

 

 
 
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