16 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

EMILIO ICHIKAWA: Castro y los Estados Unidos

By EMILIO ICHIKAWA

En la banda sonora de la película castrista, desde hace cincuenta años suenan estas palabras: ''Es inminente la invasión militar yanqui a Cuba''. La referida invasión militar no se ha producido. Es un hecho. ¿Por qué? Bueno, pues mirando las cosas desde la parte de acá del Estrecho de La Florida, porque no ha habido motivo. Y aquí empieza la discusión.

En un artículo publicado por la periodista Ivette Leyva en este diario, titulado Despierta singular interés vida y obra de Batista (3 de mayo), se cita una interesante carta de Fulgencio Batista a Márquez Sterling, fechada en octubre de 1965, donde le dice: ``Fidel Castro toma ventajas porque ha conseguido [...] que en los Estados Unidos se comente más respecto a la forma de dar entrada a los miles de cubanos que emigran de la tierra propia, que del peligro que constituye para todos los vecinos su permanencia en el poder''.

Desde los primeros momentos ésa fue la estrategia planteada por el exilio cubano para hacer política anticastrista en los Estados Unidos: ''Hablar del peligro de Castro''. Creo que el posicionamiento, a nivel de opinión pública, es correcto pues trata de enemistar a Castro con este poderoso país.

Pero lo que me pregunto ahora no es si la opción política es eficiente, sino si la historia en que trata de apoyarse es verdadera. ¿Ha sido Castro, firme y regularmente, un peligro real para los Estados Unidos? Y es ahí donde se plantea la contradicción entre ciencia y política, entre verdad e ideología, entre historia y propaganda.

Por el momento sólo diré que existen suficientes hechos para demostrar que, aunque no un amigo ideal, Castro ha sido un ''cooperante'' oportuno con la política de los Estados Unidos. Y más que con los Estados Unidos en general, con una red de grupos, partidos, periodistas, artistas, presidentes y ex presidentes, incluso exiliados y hasta anticastristas de profesión a nivel de intereses particulares recíprocos.

En torno a los hechos relativos al ''buen comportamiento'' de Castro cito algo que me sucedió recientemente. Repasaba en Barnes & Noble la edición en inglés del 2008 de la ''biografía conversada'' de Ignacio Ramonet sobre Castro y me detuve en las dos cartas que éste le envió a Saddam Hussein cuando sus tropas invadieron Kuwait el 2 de agosto de 1990, motivando lo que después se conoció como Guerra del Golfo.

El mensaje es fácil de resumir. Castro le decía al ex dictador iraquí que saliera de Kuwait. Que se retirara lo antes posible. Le hablaba como se habla al aficionado que, excedido de entusiasmo, ha violado una regla básica. En la política de Castro hacia los Estados Unidos esa regla es: ''Con la cadena, juega hasta con el último eslabón. Cuidado ya cuando llegues a la correa y, esto es importantísimo: jamás toques al mono''. Es decir, a los intereses norteamericanos.

Por supuesto que todo lo anterior, carta inclusive, pudiera ser un invento de Castro cuando no de Ramonet. No hay que fiarse. Pero, por suerte, en una nota al pie de página se decía que ambas cartas fueron entregadas personalmente a Saddam Hussein por el diplomático Alcibiades Hidalgo. Y para más suerte aún, Alcibiades Hidalgo es hoy un exiliado que ejerce el periodismo en la ciudad de Miami. Así que le escribimos pidiéndole que nos dijera si era cierto lo que afirmaba la editorial. Y el señor Hidalgo, con gran amabilidad, respondió.

Todo confirma que, en efecto, Castro cree en una fórmula con dos ingredientes básicos para diseñar una política exterior hacia los Estados Unidos desde América Latina. Ellos son:

• Enfrentamiento verbal (para ganar la simpatía del centro a la izquierda en el espectro de la opinión).

• Cooperación, alianzas personales y diplomacia secreta (para ganar la simpatía del centro a la derecha de la política).

Los pormenores de estas cuestiones, así como la respuesta del señor Hidalgo, serán tratados en el próximo artículo.

 

 

 

 
 
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