12 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

Gracias por el fuego

Por Armando Añel

El gobierno cubano le negó a la bloggera Yoani Sánchez, ganadora del premio Ortega y Gasset de periodismo digital y una de las cien personas más influyentes del mundo según la revista Time, el permiso de salida para viajar a Madrid. A renglón seguido numerosos medios de prensa, políticos occidentales e incluso analistas exiliados anunciaron que esta es la prueba que necesitaban para tachar de farsa la supuesta apertura raulista.

Gracias al fuego de Sánchez y su blog Generación Y, finalmente se hace la luz: medio mundo descubre que las “reformas” castristas no son más que lo que siempre han sido: movimientos cosméticos, pasitos de baile, papel de regalo para los que, perdidos en las dunas de la picaresca revolucionaria, atisban inútilmente el espejismo de la transición. Lo cual conduce a una segunda, y asombrosa, conclusión: medio siglo de estafa y trapicheo no ha sido suficiente para que gente habitualmente informada, analítica por definición, descubra de qué va realmente el castrismo. Medio siglo en el que los hermanos Castro y sus acólitos han manipulado la buena fe de cuanto mediador, gobernante, consejero o inversionista se ha plantado ante ellos.

Hay que partir de la premisa, una y mil veces enunciada por el exilio cubano, de que a la dirigencia comunista únicamente –o cuando menos prioritariamente- le interesa conservar el poder. Pero también del convencimiento de que el castrismo accedió al escenario político, y posteriormente al gobierno, desde la manipulación y la mentira. El castrista –repítase hasta que se aprenda- es esencialmente un régimen lúdico, tramposo por convicción e irresponsable por usufructo, al que le cuesta horrores renunciar a su naturaleza fullera.

Un ejemplo reciente de la táctica de un pasito pa´lante un pasito pa´atrás que tantos titulares condescendientes le ha proporcionado al raulismo –y en general al castrismo durante los últimos cincuenta años-, es precisamente el de la supuesta supresión del permiso de salida, o tarjeta blanca, para los cubanos de a pie. Primero el rumor corrió como fuego sobre hierba seca: ya se podía salir del país sin necesidad de esperar la autorización de Papá Estado. Luego se supo que la rectificación de marras aún no había sido aplicada en los circuitos de la burocracia totalitaria. Más tarde se comenzó a escuchar que una vez más a ciertos sectores de la población se le negaba el derecho a viajar al exterior (médicos, estudiantes universitarios recién graduados, etcétera). A continuación se dijo que, en caso de derogarse el permiso, se triplicaría el precio de los pasaportes. Y por último, resulta que probablemente habrá que esperar por el aval de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) –es decir, que quienes quieran abandonar la Isla quedarán a merced del oportunismo, o simplemente la envidia, de unos soplones- para obtener los susodichos pasaportes.

La buena noticia, en cualquier caso, es que el mundo comienza a enterarse. La luz se hace paulatinamente ante los ojos de la comunidad internacional, crepitante en la hoguera del ciberespacio. Sólo resta darle gracias por el fuego a Yoani Sánchez. Gracias por el blog.

letrademolde@letrademolde.com

 

 

 

 
 
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