12 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

Raúl Castro contra Yoani Sánchez

CARLOS ALBERTO MONTANER

Raúl Castro perdió una oportunidad perfecta de dejarle saber al mundo que su gobierno era ligeramente menos torpe y represivo que el de su hermano Fidel. Las cancillerías y los medios de comunicación más importantes tenían los ojos puestos en el ''nuevo'' presidente. Se trataba de algo muy sencillo: permitir que Yoani Sánchez, una joven blogger cubana, filóloga de profesión, a quien el diario El País de España le había otorgado el Premio Ortega y Gasset en la categoría digital, acudiera a Madrid a recibirlo. En su lugar, debió aceptarlo el ensayista exiliado Ernesto Hernández Busto, quien leyó una conmovedora carta dirigida a su amiga inmovilizada en La Habana. Previamente a la ceremonia, Yoani, cuyo popularísimo blog titulado Generación Y recibe millones de visitas, había sido seleccionada por la revista Time como una de las cien personas más influyentes del momento.

Yoani ha explicado con lucidez las razones de su éxito: ha creado un pequeño espacio de libertad en una sociedad ahogada por la unanimidad. En su blog, sin acritud, pero sin miedo, escribe frecuentemente sus observaciones sobre la realidad cubana y, literalmente, miles de personas --casi todas del exterior, porque en Cuba la internet está prohibida para la inmensa mayoría-- leen, refutan, apoyan o comentan lo que ha consignado en su web. Yoani está demostrando lo que debería ser obvio para todos los cubanos, incluidos Raúl Castro y sus acólitos: que toda sociedad es inevitablemente diversa, y que la multiplicidad de opiniones que se desprenden de esa realidad plural es lo que consigue mejorar paulatinamente las condiciones de vida del conjunto. La libertad para informarse, para interpretar la realidad, y para disentir, no es un lujo, sino un instrumento para corregir errores, denunciar atropellos, y, claro, sustituir a los responsables de los comportamientos nocivos.

La iconografía de la libertad, que se confunde con la de la república, suele concretarse en una mujer bella y fiera, a veces con un seno descubierto y gorro frigio, pero esa imagen romántica oculta un dato trascendental: el ejercicio de la libertad es el rasgo esencial de la especie humana. La libertad consiste en poder tomar decisiones individuales sin otra coerción que el sentido de la responsabilidad y las normas justas e imparciales que determina la sociedad. Mientras más decisiones libres pueden tomar los individuos, mayor será la felicidad emocional que alcancen, y más progreso lograrán las sociedades en las que ellos actúan. No es una casualidad que existe una correspondencia total entre prosperidad colectiva y libertades individuales. Los treinta países más ricos del planeta son aquellos en los que las personas toman sus decisiones libremente y definen y procuran sus propios objetivos sin mayores interferencias del Estado.

En Cuba las personas no pueden decidir dónde desean vivir, viajar o trabajar, cómo quieren gastar su dinero, qué merece la pena ser leído, o qué ideas les parecen brillantes o desacertadas. En Cuba el gobierno ha decidido cuál es la visión correcta de la realidad --desde la guerra de Irak hasta la pobreza de Haití o la producción de etanol--, y cualquier discrepancia se convierte en ''desviacionismo''. En Cuba no se puede juzgar el pasado desde una perspectiva diferente, porque eso es ''revisionismo'', y es muy peligroso atreverse a prever un futuro distinto al que auguran los mandarines de la secta, porque se entra en el campo minado de la ''traición ideológica''. En Cuba las personas emprendedoras no pueden crear una actividad económica lucrativa para no ser acusadas de explotación, y ni siquiera pueden manifestar su deseo de emigrar para no ser consideradas ''enemigas de la patria''. En Cuba, el secuestro de las libertades individuales es de tal naturaleza que los inquilinos de esa pobre isla ni siquiera tienen derecho a tomar decisiones en el terreno íntimo de las querencias: les está vedado amar abiertamente a las personas desafectas al régimen, no pueden tener contacto con ellas sin perjudicarse, y si tienen la desgracia de enamorarse de un extranjero (a no ser que se trate de los hijos de los mandamases) comienza un terrible calvario burocrático.

Cuando se dice que Cuba necesita reformas, lo que realmente implica es que los cubanos necesitan libertades. Libertades para poseer bienes, para comunicar ideas, para moverse, para iniciar negocios, para agruparse de acuerdo con sus ideales e intereses, libertades, en suma, para tomar sus decisiones y recuperar el control de sus vidas. Desde el Papa hasta el último cubano, medio planeta está a la espera de esos cambios profundos. Yoani, que ya ha hecho un pequeño cambio por su cuenta, le dio una oportunidad a Raúl Castro de demostrar que se mueve en la dirección correcta. La desaprovechó tontamente.

 

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