9 de mayo de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 
CRÓNICA
 

¡Cuánto amor, Dios mío!

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Tiene razón Rosa Montero, esa periodista madrileña que persigo cuando de puro milagro y de Pascuas a San Juan tengo acceso a Internet y logro leer sus excelentes escritos publicados en El País: el gobierno castrista regala con entrañable magnanimidad medidas aperturistas a los cubanos de la Isla.

Cuando terminé de leer su crónica titulada Turulata, del pasado 17 de abril, dije yo también irónicamente para mis adentros: Sí, ¡cuánto amor, Dios mío!

Pero nada de amor, mi querida colega. Usted lo sabe y yo también. Qué pena que alguien no lo sepa. Un gobierno dictatorial no ama a su pueblo. Más bien lo desprecia, porque logra someterlo, silenciarlo, ridiculizarlo.

Así, ridículos y subestimados se sienten los que han despertado a la horrible pesadilla de una dictadura.

Sin embargo, no crea usted que en el juego macabro que se vive en Cuba al pueblo no le corresponde una gran parte. Mucho antes de que el goteo de medidas aperturistas se pusiera en vigor, muchos  cubanos se habían hecho, no me pregunte usted cómo, de teléfonos móviles, de microondas, de DVDs, y hasta de antenas especiales para ver canales foráneos y aunque no lo crea, los más pícaros colarse en hoteles cinco estrellas. Así, como se lo cuento. Es como si los cubanos dijeran al gobierno: yo te acepto tal como eres y tú aceptas lo que yo hago.

Es por eso que, según pensamos muchos, no tuvieron otra alternativa que legalizar los teléfonos celulares y aceptar que un nacido en Cuba durmiera un par de noches en un hotel de lujo, pared con pared de un turista de la Unión Europea. Pero sobre todo, porque el juego está por terminarse.

Aún así, había que expandir las medidas adoptadas para que los ingenuos se creyeran cuánto nos ama el gobierno. Lo malo de esa decisión es que sólo funciona en algunos. Muy pocos por cierto. Lo sé, porque conozco bien, amiga mía, este gran infierno. Le repito que como han transcurrido casi 50 años, el fin está próximo. Entonces no sólo todo volverá a la normalidad, sino que difícilmente los cubanos aceptaremos gobernantes que prohíban y aprueben lo que nos pertenece por derecho propio. 

Para ese día, me gustaría invitarla a un café en mi casa de Santa Fe, muy cerca del mar. La espero.

 

 

 

 
 
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