8 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 

La indignación y la limosna

NICOLAS PEREZ

En la Cuba de ayer vivíamos de flor en flor como las abejas, ni un segundo deteníamos el movimiento de las alas y medíamos el tiempo a rajatabla. Eramos un pueblo serio, laborioso y alerta. En los centros de trabajo había un horario inviolable. Pero cuando el comunismo bajó de la Sierra Maestra a golpe de verso, cifarra y fuente de derecho, arrojó los relojes al mar, acusándolos de contrarrevolucionarios.

Oigan este cuento, que vale la pena. El poco tiempo que estuve en Cuba en el año 1978, después de salir de la cárcel, trabajé en una construcción al lado de la Terminal de Omnibus de La Habana. Le decían el edificio de los 51 pisos. Recuerdo que el primer día que llegué a mi puesto de trabajo, escuché a un obrero, que estaba sentado displicente sobre una banquetita de madera leyendo el Granma, comentarle a otro:

--Abre los ojos, tú y yo somos los dos únicos albañiles clase A en esta parte del edificio y ganamos 79 centavos la hora, lo mismo si ponemos 10 ladrillos que si ponemos 1,000. ¿Por qué matarnos? Aquí el asunto no es pinchar, sino hacer el alarde --y el mulato guayabúo se quitó la gorra del team de pelota de los Industriales y se rascó la cabeza--: afloja, mi socio, para que el trabajo en esta obra no se acabe.

Cosas así con lo que acabaron fue con el país. Esta anécdota, rigurosamente cierta, resume el nacimiento, auge y muerte de la economía en Cuba. Explica a modo de parábola bíblica, sin cifras, por qué a la economía castrista se la comió la miseria a dentelladas. El Che Guevara hablaba de los estímulos morales, que eran una película en technicolor y tercera dimensión. Con esta gracia estuvieron en Cuba durmiéndonos un montón de años. Y ahora que han descubierto en la isla lo que se sabía desde la prehistoria, que para que el hombre produzca hay que darle incentivos materiales, Raúl Castro pretende ir como Marcel Proust ``en busca del tiempo perdido''.

El esfuerzo es loable, pero como dije en otra ocasión por mucho que Raúl quiera aterrizar un avión en el cual se montó hace 49 años, no puede, porque todavía el aparato está en el aire y se terminó la pista. No hay tiempo. El mayor enemigo de los proyectos raulistas, sean buenos o malos, bien intencionados o no, es un tiempo que no tiene, que se acabó.

También a Raúl lo cogió la confronta. Llegó a gobernar después de las 12 de la noche y a esa hora no pasan guaguas, y las que pasan están llenas de pasajeros medio dormidos, con frustraciones e incertidumbres. Hoy en Cuba la ilusión y la esperanza se fueron de rumba. Y como las desgracias nunca vienen solas, a lo anterior se suma la crisis mundial de los alimentos, que hoy está en primera plana de todos los periódicos que para qué les cuento. Esta semana fíjense si el rollo es gordo que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, un tipo muy importante que hace y dice cosas sin importancia, anunció un nuevo plan para combatirla.

En cuanto a la situación cubana, es particularmente grave, porque nuestro país, con una tierra de una fertilidad asombrosa importa hoy la salvajada del 84% de su consumo agrícola. ¿Y quién nos trajo de la mano hasta aquí? Nuestra falta de soberanía, que no es que una nación enemiga invada nuestro territorio, sino que una nación amiga nos mantenga como si fuésemos prostitutas francesas. Primero nos sostuvo la Unión Soviética, subsidiándonos en una época en el orden de los 4,000 a 6,000 millones de dólares anuales, y hoy nos lleva cargados en brazos Venezuela con 53,000 barriles de petróleo al día. Así perdimos la iniciativa, el amor propio y el deseo de doblar el lomo.

La semana pasada me explicaba este monumental desastre el brillante economista Frank Díaz Pou: ``Las cosas en Cuba han llegado a un punto tal --me decía indignado-- que la isla ha tenido que ser auxiliada por el World Food Program de las Naciones Unidas. En las provincias orientales en los últimos diez años, a causa de la sequía se ha hecho insegura la alimentación de la población en general. Un proyecto de desarrollo ha sido implementado desde el 2002, tendiendo una mano a más de 593,000 personas por año. Entre ellas este organismo de las Naciones Unidas ha ayudado a 165,783 niños cubanos menores de 5 años y a 45,908 mujeres embarazadas, con el propósito de mejorar su estado nutricional y reducirles la anemia''.

Jamás pensé que el castrismo podría convertirnos de revolucionarios en parásitos y de forjadores del futuro latinoamericano en limosneros. Aunque esto indigna, es la ley de la vida: quien no siembra su maíz no se come su pinol.

 

 

 

 
 
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