6 de mayo de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 
La muerte presume

RAUL RIVERO

Me gustaría compartir la alegría de saber que cualquiera de mis compatriotas se ha hospedado en un hotel de 100 euros la noche, se ha puesto a ver un partido de fútbol o de béisbol por un canal de cables y que, al final, llamará a unos amigos con su teléfono móvil para comentar las incidencias del juego.

Me entusiasma la idea de que ese cubano le haga la mañana siguiente otra llamada (siempre con el móvil) a su madre para comunicarle su decisión de hacer un viaje a México de tres días y que, por lo tanto, se irá directo para el aeropuerto internacional.

Quisiera también que los niños y niñas en edad escolar pudieran aprovechar bien sus jornadas de clases. Que los maestros sean personas capaces y educadas sin interés en adoctrinarlos. Así no los obligarían a opinar sobre las noticias que dio ayer la televisión oficial acerca de la vidita de Hugo Chávez. Ni le exigirían comenzar la jornada con el brazo alto y este grito de guerra: Seremos como el Ché.

Muchos amigos míos y yo quisiéramos saber si José Ramón Fernández, un ex militar de 85 años, será el experto pedagogo que va a arreglar los problemas de educación. Queremos saber si será él quien encauce a las jóvenes generaciones en el proceso de cambios anunciado y loado por observadores y optimistas con lentes de miope.

Por el momento, la realidad paraliza el deseo. Las noticias de los grupos de derechos humanos y del periodismo independiente no acompañan la buena voluntad.

Lo que pasa allá adentro, en esas cunetas de la sociedad donde viven quienes no aplauden y los que llevan años en el trabajo pacífico y paciente por espacios de libertad, es algo muy diferente. Son noticias para las que no alcanza la tinta y los directores de radio y televisión no hallan nunca un minuto.

En estos últimos dos meses no se han eliminado, no han disminuido los gestos represivos de la policía contra los líderes opositores, los presos políticos (más de 200 y 24 periodistas, entre ellos), sus familiares y los activistas de base. Una labor intensa con presencia en las ciudades importantes y en los bateyes anémicos diseminados en el campo cubano.

Detrás de los relumbrones hay otra punta de esas zanjas marginadas de la que nadie quiere saber. Son los presos comunes.

El Centro de Información del Consejo de Relatores de Derechos Humanos informó esta semana que han muerto 20 reclusos en el primer trimestre de 2008.

La nota, publicada por la revista Amanecer editada dentro de la isla, dice que las causas principales de esas muertes son: enfermedades, inadecuada asistencia médica, reyertas, suicidios y autoagresiones provocadas por las infrahumanas condiciones de vida y malos tratos.

Hay que mirar para todo el país y preguntar por todos.

 

 

 

 

 
 
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