6 de mayo de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 
CRÓNICA
 

El gallego poderoso

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Hace unos días, Fidel Castro Ruz denigró públicamente a Luis Ignacio Gómez, sustituido como Ministro de Educación. Una semana después, el general Raúl Castro Ruz, sucesor de su hermano al frente del Estado y el Gobierno, elogió en un Pleno del Partido Comunista de Cuba al octogenario José Ramón Fernández, ex ministro de Educación, titular de nuestro Comité Olímpico, vicepresidente del Consejo de Ministros y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular.

El “Gallego Fernández”, como le dicen al burócrata de origen asturiano, es uno de los puntales del castrismo. Fue formado como oficial en una academia militar de los Estados Unidos. En 1959 se incorporó al Ejército Rebelde con el grado de capitán. El hecho de haber conspirado contra la dictadura anterior, sus amplios conocimientos militares, disciplina y obediencia le ganaron la confianza de los  hermanos Castro, quienes lo nombraron Jefe de instrucción de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, puesto desde el cual redactó manuales y reglamentos para adiestrar a millares de soldados y milicianos en aquellos años de euforia y colectivización.

Los sucesos de Girón, en abril de 1961, llenaron de gloria al  “Gallego Fernández”, estratega de la victoria contra los invasores cubanos. Fidel Castro se anotó el éxito de manera personal, pero ascendió a Comandante al circunspecto  Fernández, quien milita desde entonces en el altar de los dioses revolucionarios.

En septiembre de 1970 conocí por casualidad a este personaje. Yo tenía catorce años y estudiaba magisterio en una escuela ubicada en los campos de Batabanó. El Comandante Fernández era viceministro de Educación y fue a inaugurar el curso escolar. Un aguacero interrumpió su discurso. Casi todos salimos corriendo pero él siguió en la tribuna hasta que los altavoces dejaron de funcionar. Así lo recuerdo desde entonces, empapado y soberbio ante los jóvenes que huíamos.

Volví a verlo otras veces en Tarará, sede de la “Escuela Antón Makarenko” que dirigía la temible capitana Elisa Wong, amiga de Fernández, quien ya era Ministro de Educación y había militarizado la enseñanza a tal extremo que sólo nos graduamos 516 de los cinco mil iniciados en la carrera pedagógica. El resto fue expulsado por cualquier cosa. Muchos aterrizaron en el Servicio Militar Obligatorio, el Ejército Juvenil del Trabajo o en los campamentos agropecuarios.

Tengo amigos que aún ejercen la docencia en distintos niveles y sistemas de enseñanza; conozco incluso a Sergio González, ex jefe de despacho del “Gallego” Fernández hasta 1990, cuando este le entregó el mando al ingeniero Luis I. Gómez. Todos tienen anécdotas del “laborioso, exigente y eficaz ministro”, quien multiplicó el sistema de escuelas en el campo, elevó al absurdo la centralización, el adoctrinamiento político de alumnos y profesores, la competencia estadística en detrimento de la ética y de la calidad de las clases y dictó otras medidas que repercuten en varias generaciones de cubanos.

El Comandante José R. Fernández, como el General Fernando Vecino Alegret –ministro de Enseñanza Superior entre 1977 y 2007- estuvo demasiado tiempo al frente de un organismo central. Es lógico que cometiera errores y que sus méritos sean cuestionados; pero si a pesar de eso –y de su avanzada edad- el Jefe de Estado le confía la supervisión del sistema educacional, solo podemos desmitificar la versión apologética que sobre él y otros burócratas entreteje la prensa oficial.

A fin de cuentas, para un régimen totalitario la confiabilidad de un personaje no depende de su competencia profesional, sino de su entrega y grisura. El talento de un ministro consiste en bailar sin caerse en la cuerda floja del déspota. Quien tenga dudas puede acercarse al octogenario José R. Fernández, cuyos cargos lo confirman como el “Gallego” más poderoso de Cuba después de los hermanos Castro.

 

 

 

 
 
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