1 de mayo de 200   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 
CRÓNICA
 

Nefasto y la naturaleza

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Nadie como Eduardo Galeano para diagnosticar el tratamiento correcto contra las dolencias del género humano y la de sus congéneres del reino animal, mineral o vegetal.

El escritor uruguayo, quien suturara las venas abiertas de América Latina con oraciones de su libro homónimo y pases esotéricos de esencia popular, vuelve a la carga con nuevos medicamentos para salvar a la naturaleza, pues se encuentra en peligro de extinción.

De acuerdo con los resultados del reconocimiento médico efectuado por el autor y dado a conocer  en la página clínica del diario cubano Juventud Rebelde,  “La naturaleza no es muda”, y se queja a grito pelado de la depredación que el hombre y las corporaciones mantienen contra ella.

Luego de discurrir sobre si el mundo pinta naturalezas muertas, sucumben los bosques naturales, se derriten los polos, el aire se hace irrespirable y el agua intomable, se plastican las flores y la comida, y el cielo y la tierra se vuelven locos de remate, señaló que la mejor solución a tantos desastres es el proyecto que se quiere incorporar a la nueva Constitución de Ecuador.

Según el curandero-estadista, si las grandes empresas de los Estados Unidos disfrutan de derechos humanos (como refrendara en el año 1886 la Suprema Corte de esa nación, al garantizarles el derecho a la vida, a la libre expresión, a la privacidad, como si las empresas respiraran), ¿por qué las plantas, los ríos, los perros, los volcanes y hasta la gente misma de Ecuador no puede hacer lo mismo?

Un país que ha sufrido numerosas devastaciones a lo largo de su historia, como la provocada en 1992 por la empresa petrolera Texaco, que vertió impunemente 18 mil millones de galones de veneno sobre su tierra, ríos y ciudadanos, tiene derecho a que sus tamales y bananas sepan a maíz y plátano fruta, respectivamente, y no a gasoil.

La cuestión en sí es que se precisa seguir el ejemplo de la Asamblea Constituyente de Ecuador, pues se propone identificar los objetivos de renacimiento nacional con el ideal de vida del Sumak Kausai, jerga que significa, en lengua quichua, vida armoniosa: armonía con nosotros y armonía con la naturaleza, que nos engendra, nos alimenta y nos abriga y que tiene vida propia y valores propios más allá de nosotros.

El ecologista rojo tiene razón, pero no toma en cuenta el aporte que la revolución cubana ha hecho al cuidado de la naturaleza, a la preservación de sus especies.

Sin necesidad de refrendarla en la constitución, las autoridades cubanas luchan a panfleto vivo por la preservación de la naturaleza.

Ahí están como dignos ejemplos la hierba mala y el marabú, que inundan cuanto sembradío, azotea, patio interior o balcones estatales ojos cubanos vieran, sin ningún tipo de discriminación por usurpar el lugar de las viandas, entorpecer la buena digestión de los casi extintos animales, o impedir se divisen los raquíticos ríos que corren como huérfanos hacia un mar sin peces de ninguna especie.

En un país donde los árboles frutales, las viandas y las hortalizas, las reses y el paisaje se encuentran limitados para su preservación, o convertidos en reservas para los extranjeros, nadie puede venir a dictarnos pautas ni a imponernos un Sumak Kausai en medio de un “Despelotis Naturílicus”, o en lengua taína: hay que importar hasta el pepino.

Aunque no pretendo poner en dudas los sabios consejos del autor de El mundo patas arriba, los cubanos de a pie, a falta de mundos y de patas con que golpear a los enemigos de la naturaleza, decidimos mantener nuestra identidad y métodos propios para que nuestras montañas se conviertan en algo más que una inmensa estepa verde, y se llenen de ranas y bohíos.

La naturaleza es sabia, como dijera El guajiro natural Polo Montañés, y ella sabrá cuidarse sola, porque si depende de nosotros, la enterramos.

 

 

 

 
 
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