Crónicas          
31 de marzo de 2008

La quimera del hambre

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - La necesidad no solamente hace parir hijos machos. También engendra miserias. Y lo peor, alimenta dependencias. Es algo que tienen muy bien estudiado los regímenes dictatoriales y de cuyo aprovechamiento han hecho cátedra. 

Ahora sucede que hay gente preocupada en la Isla porque dicen que se proyecta eliminar la libreta de racionamiento. Es lo que nos faltaba. No que eliminen la libreta sino que ello nos preocupe. Y todavía más, que existan reales motivos para esta nueva preocupación de los cubanos, de no pocos, por cierto. 

El tema nos retrotrae a aquella escena de una película de Charles Chaplin (tal vez sea La quimera del Oro), en que Charlot, vagabundo por destino y vocación, se resiste a salir de la cárcel porque allí tiene asegurados techo y comida.

El hecho -para nada cómico a lo Chaplin, sino trágico y triste y aún apocalíptico, a lo Fidel Castro- es que luego de haber sobrevivido medio siglo con revolución y socialismo, no podemos siquiera sacudirnos sin perjuicio y sin trauma una de las más emblemáticas representaciones de su fracaso. 

Porque si bien es verdad, y más vieja que escupir  que la libreta constituye una catástrofe en sí misma, además de un síntoma de catástrofe económica, tampoco es menos cierto que continúa siendo tabla entre la marejada para nuestros sectores de bajos ingresos, y no sólo para éstos, igual para quienes cobran salarios medios, que es la mayoría. Un remedio malo y escaso, que apenas cubre unos pocos días del mes, pero un remedio, que equivale a algo más que nada.

Obvio también resulta que el régimen no tiene a mano otros remedios para remediar la eliminación del remedio, así que, de aplicar ciertamente esta medida en un futuro cercano, partirá, como siempre, con la gritería delante del muerto.

Ello no ha impedido, sino todo lo contrario, que los viudos internacionales del fidelismo tomen cartas en el asunto, exhibiendo otra vez esa pretensión tan peripatética, es decir, tan suya de pontificar buscándole la quinta pata al gato.  

Se refieren los de marras a “las gratuidades y a los millonarios subsidios” que históricamente nos ha dispensado el régimen en su afán de inculcarnos vocación de pichones, siempre a la espera del gusanito que papá traiga al pico.

Hablan de los numerosos servicios y productos distribuidos en forma de revolucionaria “racionalidad”. Insisten, con énfasis particular, en la infinita bondad del mandamás que ha propiciado durante decenios que todos recibamos por igual alimentos subsidiados, aunque no todos, dicen, debiéramos disfrutar tal “privilegio”, en tanto no todos dependemos de la miseria que da nuestro trabajo, ya que también vivimos de las remesas y del negocio ilícito. 

Incluso los más temerarios entre estos viudos del fidelismo, han llegado a insinuar que como aquí los salarios no posibilitan vivir al margen del racionamiento, la eliminación de la libreta representaría tal vez un incentivo para el robo y la corrupción por parte del pueblo. Así que lo mejor, dicen, ya que van a eliminarla, sería hacerlo con calma y escalonadamente, en la medida en que crezca la productividad, baje la inflación y los precios de productos y servicios fluyan por fin armónicamente con los salarios nominales.

Suena bonito esto último. Sólo que sin querer lo que propone es nada menos que la sustitución del régimen, ya que nuestra crisis económica es desde hace medio siglo contenido y forma de sus mismísimas esencias. 

Por el otro lado, habría que recordar otra vez, aunque posiblemente esté de más, que aquello de los precios subvencionados en productos de la libreta no es sino la mentira repetida sin cesar para que sea tomada como verdad por los ingenuos. Y que la única verdad, constante y sonante, es que somos nosotros, trabajando como bueyes, cobrando como esclavos y alimentándonos como pajaritos, los que hemos subvencionado largamente no sólo la subvención de las propias migajas, sino las bien provistas alacenas de los jefes y, en general, las múltiples, cotidianas, incontrolables insuficiencias, así como los despilfarros y las perversas desviaciones del sistema. 

No estaría mal que a los tales viudos internacionales del fidelismo se les obligase a pasar un par de meses por lo menos dependiendo de los tres kilos y medio de arroz y del medio kilo de chícharos que tan bondadosamente nos subvenciona el régimen. A ver si les quedan ganas de seguir inventándole la cuadratura al círculo.

 


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