Crónicas          
31 de marzo de 2008

Dementes en las calles

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Yo bajaba la escalinata de la Universidad de La Habana. Ella hablaba con la estatua del Alma Mater. Parecía rezar. Al percatarse de mi presencia me miró con desdén. La escuché decir: “yo soy dama, no tortillera”.

Volví a verla después en el parque de enfrente, a un costado del hotel Colina. Decía lo mismo dirigiéndose a los árboles y a las personas que esperábamos el ómnibus. Uno de los estudiantes le gritó una barbaridad y la mulata cruzó la calle hacia el monumento de Julio A. Mella, líder estudiantil de los años 20, quien debió escucharla en silencio.

La loca que merodea la Universidad de La Habana me recordó a Josefa, una mulata de Mantilla ingresada en el manicomio de El Cotorro, donde a veces visito a Pedro, un amigo de la infancia aquejado de alucinaciones. Josefa exorciza sus complejos sexuales con demostraciones que involucra a otros alienados frente a visitantes, empleados y transeúntes.

He coincidido con algunos desequilibrados en el parque El Quijote y en la parada de ómnibus de la heladería Copelia, en El Vedado. Sé de otros locos que deambulan por los parques Central y de la Fraternidad, donde tropiezan con mendigos, prostitutas baratas y timadores de todo tipo.

A veces los chiflados vagabundean entre los travestis del parque El Curita; buscan refugio en el portal del Palacio de Aldama, o molestan a los enamorados del parque situado en Prado y Cárcel, cerca del túnel de la bahía, de donde son espantados por los policías orientales, guardianes de los turistas extranjeros que pasean por ese tramo del Malecón habanero o aprecian las fortalezas coloniales El Morro y La Cabaña.

El entorno de locura de nuestra capital es cada vez más perceptible. El problema es sensible, complejo y rebasa a la familia.

Un amigo psiquiatra habla de la reciente creación de las clínicas de higiene mental en cada municipio y de las salas especializadas de los principales hospitales de la capital. Afirma que “sólo los sanatorios Gary García, anexo al hospital Nacional; el San Juan de Dios, de la Iglesia católica, y el célebre hospital Mazorra tienen salas transitorias para atenuar los casos más urgentes”.

La cantidad de dementes que vagan por las calles, plazas, parques y otros   lugares públicos supera la respuesta de las autoridades de Salud Pública de la capital cubana. La locura no es un limbo de espera, sino un reto a nuestra condición humana.   

 

 


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