Crónica          
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25 de marzo de 2008

Después de la muerte

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org)

La necrópolis de Colón es la mayor de Cuba. Situada en el centro de Ciudad de la Habana, es objetivo en la ruta del turismo histórico y arquitectónico.

Existen miles de tumbas derruidas por el tiempo y los vándalos. Vitrales rotos, capillas saqueadas,  tumbas y osarios con sus tapas corridas, sitios donde salta a la vista  el espacio vacío donde antes convivían ángeles, cruces, dinteles y policromías.

En una de las tumbas pertenecientes a la Academia de ciencias de Cuba, hace poco robaron piezas de mármol y granito alemán. Se repararon mutilando el panteón cercano de Celestino Barrizan, coronel de la guerra de independencia.

La tumba del poeta Julián del Casal ha pagado el rigor de la indolencia y el olvido.
Algunas capillas aparentemente abandonadas y con sus muertos incluidos son utilizadas como almacenes por los trabajadores del cementerio.

Existen áreas que parecen salir de una película surrealista. Sarcófagos desenterrados que a las claras muestran sus muchos años en contacto directo con la podredumbre. Esqueletos con sus manos reposando en poses mórbidas y significativas. El calamitoso olor de la cremación y el humo que envuelve el entorno en una neblina gris. Estibas de ataúdes sin orden ni control y la posible confusión de guardar un muerto ajeno como suyo.

Cuando una familia tocada por la desgracia contrata con la administración una tapa para su panteón, tiene que ir a la fábrica de granito y hacer una solicitud. Pero como la entidad no cuenta con cargadores, la familia se ve obligada a contratar por precios elevados un camión particular y varios hombres para traer la tapa y colocarla.
La fábrica de granito ni siquiera abre los huecos para colocar las agarraderas, lo que constituye un contratiempo.

Comúnmente se considera profanación de tumba el corrimiento de tapas, el saqueo, el robo de huesos, vitrales, esculturas y cualquier acto contra panteones y demás construcciones del camposanto, pero en el código penal de Cuba no se contemplan como figura delictiva.

El pasado año rompieron la pared del panteón de un miembro de la Cámara de Representantes de la década del 50, le robaron el Cristo de bronce que lo adornaba, sacaron los restos y se llevaron parte de la osamenta.

Hace dos años se efectuaron dos entierros de una misma familia con diferencia de solo unos días. En la segunda ocasión se comprobó el robo del cristal del ataúd anterior y ¡habían sustraído el cadáver!

Juan Ríos, diácono de la capilla del cementerio Colón, quien lleva 15 años trabajando allí manifiesta que actualmente las autoridades se han tomado interés para mejorar la situación, pero en el último año han pasado 8 administradores por el cementerio, lo que provoca una constante indisciplina.

El área  de la necrópolis es muy extensa. Al parecer son los delincuentes quienes vigilan a los custodios para cometer sus fechorías. Los encargados de la protección son pocos y se encuentran fundamentalmente en las entradas y salidas.

La técnica canina para detectar anomalías se suspendió, lo que agrava la situación, a lo que se añade que si dificulta mucho encontrar personas que quieran trabajar en un centro con esas características.

Por la noche se escuchan el estruendo de los vitrales, jarrones de vidrios y piezas de cristal  victimas de las pedradas y las incursiones de los fanáticos en busca de huesos para trabajos de santería.

Al parecer se dificulta enormemente el descanso de los muertos en el cementerio de Colón.

 

 
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