Crónica          
24 de marzo de 2008

¡Qué bueno, qué bueno!

José  A. Fornaris, Cuba-Verdad

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Reuniones a nivel de CDR (Comité de Densa de la Revolución) se están realizando en Cuba para  informar a sus miembros que en fecha aún no determinada, pero tampoco lejana, se comenzará a imponer multas por mal comportamiento ciudadano.

Entre ese plan de rescate de la disciplina social se contempla la prohibición de pronunciar palabras obscenas en lugares públicos, molestar a los vecinos con ruidos innecesarios, entre ellos la música alta en horarios inadecuados, la obligación de solicitar permiso para realizar fiestas.

Al parecer la multa más alta será por dañar los teléfonos públicos de manera intencional, la que ascenderá a seis mil pesos.

Hasta el momento esa indisciplina o delito es tratada como atentado a las comunicaciones, figura delictiva  que prevé  años de cárcel. Pero la agresión a esos teléfonos se ha convertido casi en  una moda, y todo el mundo sabe que los más influenciados por las modas son los jóvenes.

Tampoco es un secreto que la mayor parte de la población penal en la isla está formada por jóvenes, muchos de los cuales se han convertido en convictos por la calamitosa situación económica existente y por “delitos” que pueden ser tratados de otra manera.

En esas reuniones cederistas se está convocando, a su vez, a la incorporación de nuevos integrantes a la policía para ser preparados como jefes de sector, carpeteros e investigadores. Pero en el caso de Ciudad de La Habana, es imprescindible que residan en ese territorio. Hasta ahora, la mayor parte de la fuerza policial de la capital era traída de otras provincias, fundamentalmente de la región oriental.

Por su parte, en el periódico Granma, el 27 de febrero último en el artículo titulado “Tiempos de Sembrar Conciencia”, del periodista Alberto Núñez Betancourt, se aseguraba:

“Un empeño mayúsculo está en marcha. El programa director para el fortalecimiento de los valores fundamentales en la sociedad cubana actual arroja como primer fruto la comprensión de la necesidad de integrar el trabajo de muchas instituciones hasta el punto de hacerlo converger en la base, entiéndase familia, escuela y comunidad”.

En otro párrafo el artículo plantea: “El modelo del barrio no puede ser la jinetera (prostituta), ni la persona dedicada a las ilegalidades por mucho éxito económico que muestren”.

Pero lo que resulta bastante interesante de esa “siembra de conciencia” de Granma es cuando declara: “De ninguna manera la familia puede delegar en otras instituciones la responsabilidad de educar y formar a una persona desde el momento mismo del nacimiento. Su compromiso es constante”.

La iglesia, la oposición y la prensa independiente han estado durante largo tiempo mostrando preocupación –y sugiriendo algunos remedios- por los disímiles problemas que afronta la sociedad cubana.

Aunque con años de retraso, el Estado parece estar comprendiendo que la formación de buenos ciudadanos es algo de vital importancia, es bueno, muy bueno que eso haya empezado a ocurrir.

No obstante, en esa amplísima problemática hay varias interrogantes, entre ellas la situación de las escuelas en el campo, donde los jóvenes se ven obligados a cursar los tres años de preuniversitario en calidad de internos alejados del seno familiar,

Y los muchos miles de cubanos –sólo el sector de la salud pública hay cerca de 34 mil- que laboran en el exterior sin sus familiares. Muchos de los cuales están separados durante años de sus hijos pequeños o adolescentes.

¿Pondrá el Estado fin a esas prácticas en beneficio de la sociedad, principalmente de la familia cubana? Veremos quién puede más, si las buenas intenciones o los intereses políticos.  

 

 
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