Crónica          
24 de marzo de 2008

Nefasto y la meteorología laboral

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Los “meteorólogos” de la Oficina Nacional de Inspección del Trabajo (ONIT) han detectado que nada se parece más al mar que las infracciones administrativas en Cuba.

Y tienen toda la razón. Porque al igual que el mar, los incumplimientos del contenido de trabajo administrativo son infinitos, tienen peces grandes y pequeños, bancos de arena, boyas, están llenos de barcos, y sobre todo, mantienen una marea negra que sube y baja el nivel de ineficiencia hasta desatar una tormenta económica.

Estos oceanólogos de la legislación laboral le saben mucho a la pesca que se realiza mar afuera, aunque son nulos en los litorales de la Isla.

Demás está decir que pese a las recomendaciones y advertencias a los técnicos y dirigentes de cientos de empresas supervisadas, persisten fuertes marejadas en las violaciones administrativas.

Esta situación, tratada de subsanar con la construcción de un dique conocido como Decreto Ley 246 (puesto en función desde diciembre del 2008), “para fortalecer la disciplina administrativa, luchar contra las ilegalidades, velar por la adecuada aplicación de los pagos salariales y de las prestaciones, y propiciar la ejecución de los derechos de los trabajadores”, hace agua por donde quiera.

No sólo porque la disciplina administrativa se contamine más que las aguas cundidas de un vertimiento de petróleo o de una mancha de sargazo.

Tampoco porque las ilegalidades se multipliquen hasta formar un Tsunami. O la aplicación del pago y las prestaciones mantengan la marea tan baja que sólo pueden llegar a puerto seguro en una balsa salvadora. Ni mucho menos porque los derechos de los trabajadores se encuentran enterrados a tanta profundidad que ni el mejor batiscafo puede llegar a ellos, si no porque los peces grandes (cuando no se los comen) echan para la orilla a los chiquitos.

Con una mar fuerza 50 azotando las legislaciones sobre el trabajo administrativo no hay quien sobreviva, aseguran algunos capitanes que han abandonado el barco fantasma del orden laboral en Cuba.

Pero todo no es pesimismo, auguran sumergidos hasta el cuello en el médano de la insatisfacción, pues si esta 246 no funciona se dictará otro decreto ley, se harán más reuniones donde se expongan las causas de la ineficiencia, las indisciplinas, el robo, la corrupción, el desvío de recursos y otras corridas tras el pago que hacen zozobrar en la misma orilla al buque insignia del trabajador cubano: sus derechos.

Los “meteorólogos” que dictan las medidas a tomar ante los tornados marinos de las infracciones administrativas, rebosan optimismos.

Sólo con instalar en el laboratorio laboral cubano los instrumentos adecuados, se detectarán y dará solución a las corrientes submarinas que, como los incumplimientos, tienen varado el barco de la eficiencia.

Para ello, nada mejor que imponer multas a los infractores del Decreto Ley 246, paralizar los equipos, las maquinarias o autorizar el cierre de los locales.

Nada de cambios de timonel o rumbo para que la corrida de la productividad satisfaga las necesidades básicas del pueblo. Ese, como Penélope, sabe siempre esperar.

La cuestión es mantener el mismo capitán y similar derrotero hacia las profundidades del sur, aunque la brújula siempre apunte hacia el norte.

Es mejor navegar por los mares conocidos que por los sin conocer, dicen estos meteorólogos” mientras se ajustan los salvavidas.

Los demás no, los administrativos saben flotar en cualquier playa, sin importar que suba o baje la marea de la productividad, pues se montan en el esquife de la corrupción, en la galera del robo, en el bote de la indolencia, hasta que reman y reman y un día hunden el buque madre.

No hay de qué preocuparse. De seguir tomando fuerza la tormenta de la indisciplina, la improductividad, la ineficiencia y otros oleajes de corrupción administrativa con peligro para embarcaciones o empresas de cualquier tamaño, los “meteorólogos” del orden laboral sabrán dar el parte.

Eso sí, sólo se salvarán los que sepan nadar, pues las legislaciones no se ejecutan solas: las matan los administrativos.

 

 
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