Crónica          
20 de marzo de 2008

Buscadores de oro

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) La familia Bustamante es sin dudas la más numerosa de Jaimanitas. La componen 37 personas que viven en una casona destartalada a orillas del mar, dividida por tabiques de cartón y en los mejores casos, por  paredes levantadas con los más variados materiales constructivos que dejan pasar de un lado a otro los sonidos, y abrigados por la nocturnidad se vuelven excelentes puntos de mira que han desatado más de un conflicto interno entre tíos, primos, cuñados y extraños que van y vienen según las apetencias de sus inquilinos.

Para comprar los alimentos que llegan a la bodega por la libreta de racionamiento, se desencadena una batalla campal. Se hurtan entre ellos los jabones, el arroz, el aceite y en la carnicería se ha dispuesto el acuerdo de sacarlo todo junto para evitar las broncas por el huevo o por el picadillo. Se recoge el importe del producto para los 37 consumidores y van en grupo hasta el mostrador. La compra se realiza en presencia de testigos.

Por ser una familia tan numerosa, hay en su seno toda clase de representación de la sociedad actual. Están los abuelos paternos, los viejos Bustamante, que iniciaron la procreación desmedida y el hacinamiento. Luego vinieron los siete hijos, cuatro mujeres y tres varones que alargaron el árbol genealógico hasta lo indecible.  Después llegaron los nietos, añadiendo un extraño colorido de razas y manifestaciones ambiguas.

En esa familia conviven como lo más natural del mundo pescadores, buzos, artistas, jineteras, policías, borrachos, locos, delincuentes, militantes del partido, economistas, recogedores de basura y vagos habituales.

Dicen que hay un solo fogón de gas en la casa y en el patio han dispuestos especies de cocinas rústicas a base de piedras y pedazos de zinc, que sirven como hornillas cuando la premura es incontenible.

Dicen que hay un solo baño y que se hace una larga cola desde por la mañana para usarlo indistintamente. Y que hay muchas camas, de todo tipo, que aquello parece un albergue, y de noche es un infierno, entre el llanto de los niños, los quejidos amorosos, la cantaleta de los borrachos, los estertores del loco que no duerme ni un minuto, la vomitera de los borrachos y las broncas de los múltiples matrimonios, improvisados o de uniones indestructibles.

En esa casona entran varios salarios, y a pesar de la diversidad de caracteres y las responsabilidades intrínsecas por parte de las sub familias que la habitan, son los tres Bustamante hijos de la primera generación quienes llevan a las arcas el peso grande del sustento. Ellos se dedican al buceo y la extracción de joyas en la arenas de las playas. Van con sus caretas, sus patas de ranas, sus snorkers, y sus guanteretas que utilizan con suma maestría abanicando el fondo marino, para dejar al descubierto verdaderos trofeos de la orfebrería.

Van desde Santa Fé a Varadero. Desde Guanabo hasta La Puntilla, peinando el lecho del mar y rescatando lo que pierden por descuido de los bañistas.

Cuando se encuentran una buena pieza, pueden lograr una fortuna. Poseen Los Bustamantes todos los récords de hallazgo en las orillas de La Habana. Las cadenas más pesadas, las sortijas de mayor kilates, relojes, anillos con piedras muy caras, dientes de oro, enchapes, dinero en efectivo y hasta artículos que ellos dicen reservarse como secretos del oficio.

El precio del oro va en aumento constantemente. Los Bustamante conocen los lugares donde pueden venderlo rápidamente, sin que los estafen o denigren. A pesar de su casa destartalada y sus peleas continuas, y del hacinamiento y la cola para el baño; a pesar de los tantos caracteres distintos y las aflicciones y perretas del loco de la familia y el espectáculo deprimente de los borrachos acostados en el portal al mediodía,

Los Bustamante son una de las familias de Jaimanitas de mayor ingreso colectivo, después de los banqueros de la bolita, de Pepe el garrotero, de algunos administradores de comercio y de los gerentes de las tiendas en divisas.

 

 
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