Crónica          
19 de marzo de 2008

Las bardas de aquel vecino

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba (www.cubanet.org) - Las dictaduras, aunque son propensas al miedo, enseñan al pueblo a temerles. Cuando un opositor a la dictadura descubre que la dictadura teme al pueblo, desaparece para siempre su miedo. Tal vez por eso los más débiles -por no decir los más cobardes- se comprometen con las dictaduras hasta la médula y se ilusionan pensando que viven seguros, que nada malo les ocurrirá.

Y tienen razón las dictaduras en temer. Su miedo es lógico, concreto, porque temen a un peligro real, presente o futuro. Temen caerse, desplomarse de un momento a otro. Sobre todo, porque a lo largo de la historia han visto arder las bardas de otras dictaduras.

Por ejemplo, analicemos la dictadura comunista alemana, con una  policía de seguridad -la Stasi-, dicen que perfecta en el uso del dominio de los códigos secretos y todo lo demás.

Aún así, el famoso y legendario muro de Berlín de la Alemania Oriental, más conocida como la RDA, comenzó a desplomarse una mañana ante los sorprendidos y asustados ojos de los miembros de la Stasi.

Imagino lo que habrán sentido -y lo que sienten aún- los agentes cubanos del Ministerio del Interior, según expertos en la materia, una copia del represivo sistema de seguridad alemán, cuando vieron el espectáculo en videos que, por cierto, no los pudo ver la población.

Y tengamos presente que la República Democrática de Alemania contaba entonces con más militantes comunistas que Cuba, con relación a su población. Según una izquierdista alemana que visitó La Habana recientemente, en su país había más de tres millones de miembros. Hoy -dijo- hay solamente 75 mil.

Quiere decir esto que de nada sirvieron tantos millones de defensores de la hoz y el martillo.

En realidad, las bardas incendiadas del vecino dejan mucho que pensar a los miembros del MININT, que aprendieron de esos vecinos un espionaje súper moderno: instalación de sistemas efectivos de cámaras y de grabación, novedosos métodos de archivo para el procesamiento de información, falsos espejos para los interrogatorios, equipos para hacer máscaras y disfraces para agentes encubiertos, y sobre todo, el control de la vida privada de la población.

Pero digamos más: cuando se desplomó el muro de Berlín, la Stasi poseía 91 mil empleados y 350 mil colaboradores.

De nada les sirvió. El afán de libertad del pueblo pudo más.

Cuando los alemanes, ya libres, lograron entrar a esa instalación, descubrieron 986 muertes registradas en sus archivos y ocurridas en sus calabozos.

Las técnicas de este cuerpo represivo fracasado siguen utilizándose en Cuba a pesar de la caída del Muro de Berlín. No importa que hayan pasado los años. Es de suponer que los cubanos miembros del MININT teman que en cualquier momento a sus bardas les pueda ocurrir lo mismo.

 

 
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