Crónica          
18 de marzo de 2008

Goles y estampida

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - ¿Qué falta para que el régimen de La Habana acabe de admitir su derrota ideológica? ¿Cómo explicar, con un mínimo de coherencia, la estampida de parte del equipo de fútbol, todos menores de 23 años, mientras disputaba un torneo pre-olímpico en la Estados Unidos, si aseguran que todos eran jóvenes apegados a los fundamentos de la revolución socialista, y de hecho inmunes a las tentaciones del capitalismo?

Hay una realidad. Los siete jugadores que decidieron no regresar a su país, hace pocos años dejaron atrás el período de la adolescencia. La deserción es reflejo de una crisis nacional que deriva en una falta de credibilidad del sistema, y subraya las fabulaciones en torno a una armonía entre los anhelos de la juventud y las normativas políticas del gobierno.

Una lectura desprejuiciada del suceso conduce a un escenario que las autoridades persisten en desconocer o tratarlo como un asunto aislado e insignificante.

El adoctrinamiento ya no arroja dividendos. Los jóvenes quieren escuchar otros mensajes que salgan del círculo retórico del oficialismo. La patriotería, el uso indiscriminado de la doble moral como tabla de salvación para soportar el oleaje de las circunstancias, son cargas imposibles de soportar, por su peso y por los casi 50 años que llevan sobre el destino de millones de personas.

La inmensa mayoría de los jóvenes reconocen que el paraíso que le prometen tiene las hojas marchitas y los frutos podridos. Cuba es la antípoda de sus deseos, el país donde se consumen sus esperanzas con el crepitar de los discursos que llaman a renovar los sacrificios para conservar la caricatura de una revolución.

Pudieron estudiar sin pagar un centavo, jugar fútbol sin más desembolsos que el talento deportivo y algunas muestras de confiabilidad política. Se les sirvió la idea de que no había mejores intenciones de gobierno alguno sobre la faz de la tierra. Sin embargo, la vida le demostró otras facetas ajenas a esos cantos de sirena.

Descubrieron en medio de sus modestas experiencias la mentira oficial, las orejas peludas de la manipulación, el círculo vicioso de una existencia bajo el patrocinio de la miseria material, la conculcación de derechos inalienables y el vuelo rasante de una represión sin alborotos, pero eficaz en grado sumo.

Huyeron con la mirada fija en el horizonte. Ese ámbito borrado de sus perspectivas mientras eran unos jugadores sin poder decidir libremente qué hacer con sus vidas. Pensaron en una captura que mataría sus sueños, en el regreso a Cuba custodiados por la policía y directo a esas estaciones en que el olvido es una noche interminable. Hoy reprograman su futuro con mapa y brújula nueva. Vendrán los desafíos de la adaptación, la nostalgia por los familiares que quedan en la isla y otros percances de ese salto por la borda de un socialismo a merced de los vaivenes de un naufragio.

En las fotos que he logrado ver exponen los rasgos de una felicidad que quizás nunca habían experimentado. Lo mismo noto en la cara de Gamboa, Barthelemí y Solís, tres púgiles que les antecedieron en eso que la jerga oficial llama deserción. ¿Cuál es el misterio de la libertad?

Ahora reforzarán la vigilancia en las competiciones a celebrarse fuera de Cuba, pues el adoctrinamiento apenas roza la atención de los deportistas. Es sabido que el coro popular que entona loas en derredor de las directrices gubernamentales nada tiene en común con la realidad.

Se ha querido uniformar el criterio, crear una sensación de apoyo espontáneo en relación a los soportes políticos de la élite de poder. Poco a poco se develan las tempestades de los vientos sembrados durante el largo mandato del partido comunista.
Habrá más desertores, más jóvenes hastiados de promesas y artificios que envenenan su paciencia.

Esta vez la goleada fue magistral. Siete futbolistas ganaron en el difícil juego contra una dictadura.

Son hombres libres en busca de sus aspiraciones personales. Tal vez no logren materializar todos sus anhelos, pero por fin podrán decidir sin tener la obligación de cuidarse o depender de delatores, burócratas y policías.  Solo me resta desearle dos cosas: ¡Felicidades y buena suerte!

 

 
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