Crónica          
17 de marzo de 2008

Orgullo y dignidad

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org)  - Un hecho confirma que el régimen de la isla mantiene el perfil represivo de siempre. El anuncio de algunos cambios, incluidos los estructurales, es sólo un formalismo retórico que se utiliza como pancarta publicitaria.

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La firma del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y el Pacto de Derechos Civiles y Políticos ha sido otra manera de entretener a la opinión pública internacional.

No existe voluntad política para respetar tales preceptos. Se viola descaradamente la letra y el espíritu de ambos tratados. Lo que confirma las dudas de quienes vaticinaron un vago compromiso del gobierno cubano de cumplir lo firmado hace apenas unos días.
            
Un oficial de la policía política que dijo llamarse Lázaro corrobora lo expresado.
En horas de la tarde del 12 de marzo interceptó a mi esposa Nancy Alfaya en la vía pública para comunicarle la decisión tomada por un equipo de agentes de la Seguridad del Estado.
            
Según expresó el oficial, mi esposa y su hijo serían autorizados a salir de Cuba, pero fue rotundo al señalar que ni yo ni mi hijo obtendríamos el salvoconducto que necesita cualquier cubano que desee salir del país ya sea temporal o definitivamente, la llamada tarjeta blanca.
             
Al indagar mi esposa sobre las causas de tan arbitraria sentencia en vías de procurar la ruptura familiar. El oficial respondió “Con Olivera seremos intransigentes porque continúa escribiendo. Su hijo va a pagar también sus indisciplinas”.
               
Creo que es suficiente para ilustrar una de las modalidades con que los represores cuentan para intentar quebrar una familia.
               
Mi esposa fue determinante. No acepta esa opción que evidencia el uso del chantaje como instrumento de asedio. Una vez más se descubre la naturaleza criminal de la policía política.
                
Se cumplen 3 años desde que presentamos los documentos para abandonar el país definitivamente y ahora es que llega una respuesta cargada de odio y despreciable premeditación.
               
Fui juzgado y condenado en la primavera de 2003 por escribir crónicas y artículos al margen del control estatal. Soporté un juicio sin mínimas garantías procesales y un encierro en condiciones infrahumanas.
                 
Tras cumplir 21 meses de cárcel se me otorgó, sin solicitarlo, una licencia extra penal por motivos de salud. Desde entonces mi familia y yo nos hemos convertido en rehenes del régimen. Nos niegan el permiso de salida del país.
                
No vamos a mendigar un derecho. En lo personal, expreso que mi dignidad permanece intacta. Por tanto, no voy a rendirme ante la desidia de mis carceleros.
               
Este es el país donde nací, y aunque no lo crean, me basta con el amor de mi esposa e hijos. Si no quieren que me marche, lo acepto con gusto.
                
Prefiero morir que vivir de rodillas. Con esta sentencia queda sellada una decisión irrevocable.
               

Soy un cubano que quiere disfrutar de la libertad de expresión. Por eso escribo sin pedirle permiso nadie y ajustándome a los dictados de mí conciencia. Si eso continúa siendo un delito, ¿qué valor tienen las rúbricas estampadas en los dos Pactos de las Naciones Unidas relacionados con el tema de los Derechos Humanos?

 

 
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