Crónica          
14 de marzo de 2008

El traspatio de un congreso

Odelin Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Una mezcla de inseguridad, desaciertos y desinterés ante el trabajo se apoderan de la juventud cubana. Es cotidiano que un joven desvinculado laboralmente individualice su accionar con frases como: “estoy machacando en baja”, “luchando, “aquí en el tíbiri tábara o en el pinpineo”, como guste llamársele.

Lo anterior se traduce en aquello que puede inventar un joven desempleado, vendiendo o revendiendo lo que aparezca en el mercado informal. O lo que puede obtener un empleado estatal de manera lícita o ilícita en una jornada de trabajo.

Está reconocido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que la tasa de desempleo en Cuba es de 1.8 por ciento, la más baja de América Latina. También está comprendido, según María Victoria Coombo, directora de Empleo, Trabajo Seguridad Social, que las 131 mil plazas vacantes en los sectores de la construcción, educación y agricultura no son de interés para las 210 mil personas aptas para ocuparlas.

Y el problema real recae en las opciones de trabajo, estudio o recreación al alcance de los jóvenes y en sus necesidades más apremiantes.

Yoslán Carballo Cutiño tiene dieciocho años y vive en el reparto La Prosperidad, en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón. Comenta que en el año 2003 abandonó los estudios, junto a un grupo de jóvenes, en el preuniversitario con internamiento en el campo. Esto se debió a las pésimas condiciones de vida interna: deterioro e inseguridad en los dormitorios, escasez de agua y mala alimentación.

Ese mismo año optó por incorporarse al curso de enfermeros emergentes. En varias ocasiones se presentó en la sede de educación correspondiente al municipio y desde entonces espera por una respuesta. 

Yoslán ayuda a su familia trabajando como zapatero, labor que le reporta unos 300 pesos semanales, el doble de lo que puede ganar mensualmente un profesional de la salud.

Otro caso es el de Mercedes Prieto González. En 2004, con dieciséis años, dejó los estudios en un preuniversitario del municipio habanero de Batabanó. Alega que no se adaptó a las condiciones en los alberges colectivos.

Funcionarios del municipio de educación de Batabanó se presentaron en la casa de Mercedes para aplicarles a los padres una multa por el abandono de los estudios de su hija.

Si generalizamos esta problemática, puedo remontarme al año 2005. Graduados de noveno grado en los municipios habaneros de Mariel, Guanajay y Artemisa fueron ubicados en la antigua granja de pollo La Checa, del municipio Artemisa. Las viejas naves de recría fueron habilitadas como albergues y aulas de estudio.

Los estudiantes de nuevo ingreso, junto a sus padres, fueron utilizados en el proceso de reconstrucción y transformación de La Checa. El periodo de transformación duró tres meses. En noviembre de 2005 los alumnos comenzaron el curso en lo que se llamaría el preuniversitario en el campo Marcos Martí.

Terminado el curso 2005-2006, los estudiantes que participaron en la remodelación de la antigua Checa fueron reubicados en otros centros. La dirección nacional del Ministerio de Educación decidió utilizar el preuniversitario Marcos Martí para los egresados de las escuelas secundarias básicas de Ciudad de la Habana.

A raíz de esto, las estudiantes Marielys Barrio Torres y Yamilka Soria abandonaron sus estudios.

Recién finalizó el XI Congreso de Estudiantes de la Enseñanza media. Entre compromisos, saludos a Fidel y loas a la revolución, se despidieron los jóvenes participantes.

A espaldas del congreso, otros jóvenes pinpinean, inventan o se prostituyen por las calles. Su esperanza está en los pesos convertibles, las zapatillas Reebok o una noche en la Macumba. Y eso, según la teoría de los que “machucan en baja” la retórica,  no se consigue con las propuestas de un congreso.

 

 
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