Crónica          
13 de marzo de 2008

La vaca


Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - No supe que era sagrada hasta que no ocurrió el accidente. Yo viajaba de  Guantánamo a La Habana en el Yutong 1244. Fue en la madrugada del jueves pasado en la carretera central, entre Las Tunas y Camagüey, cerca de Sibanicú. El impacto despertó a los viajeros.

Cuando bajé ya los conductores habían avisado a la policía local y los pasajeros más curiosos rodeaban el cadáver. El frente del ómnibus estaba abollado y un chofer discutía con el policía más joven, con quien se fue a la estación a levantar el acta de defunción. Regresó a la seis de la mañana con otro gendarme y un veterinario de la granja más cercana.

Continuamos el viaje con tres horas de atraso, entre murmullos y cuentos de ocasión. “Solo aquí y en la India se les rinde honores a ese animal”, dijo alguien con desdén.
“Allá se justifica por asuntos religiosos y tradicionales, pero aquí es un problema de carencias, leyes y matarifes”, agregó una anciana que decía no acordarse del sabor de un bisté.

“Si todo volviera a ser como antes, la libra valdría unos centavos en las carnicerías y mi sobrino no estuviera cumpliendo ocho años de prisión por sacrificio de ganado mayor”, expresó el anciano del asiento lateral.

Así transcurrió el viaje. El fantasma de la vaca se apoderó de los pasajeros. La ausencia de carne y las regulaciones penales sobre sacrificios, ventas o recepción sin permiso estatal pareció nublar las mentes embotadas por el sueño y la estupidez.

Permanecí en silencio pero recordé a Matilda, la vaquita de la televisión que resurge –como ave Fénix- en los potes de leche que venden en las shopping. Me acordé también de Ubre Blanca, la campeona embalsamada por orden del Comandante en Jefe, a quien complacía con doscientos litros al día. Evoqué con nostalgia la promesa del Máximo líder de llenar la bahía de La Habana con el espumoso alimento de las cuencas lecheras de Bayamo y Camagüey.

¿Será la vaquita que chocó con el Yutong nieta de esas rumiantes que hicieron quedar mal a nuestro egregio Mesías?

Recordé muchas cosas sobre el noble animal durante el viaje, pero no pude imaginarme el sabor de su leche ni de su carne. Tal vez las cosas sagradas  y prohibidas son buenas consejeras para evitar las tentaciones y los años de encierro. ¡Dios nos libre del pecado!

 

 
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