Crónica          
11 de marzo de 2008

Incongruencias


Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Parece una noticia extraordinaria. Un éxito fuera de serie. La nota rimbombante que da la pista para colisionar con el asombro.
En el fondo de las cifras resalta la parcialidad en la cobertura y el tono gris de la manipulación. El hecho de que 100 000 cubanos hayan iniciado estudios de computación apenas alcanza para batir palmas. ¿Cuáles son las posibilidades para que los estudiantes de la materia en cuestión puedan optar por una computadora?

¿No es un disparate que se promocione un aprendizaje con carácter masivo sin ofrecer una modesta disponibilidad en cuanto a equipamiento idóneo?

¿Cómo un país con tan deficiente densidad de líneas telefónicas per cápita, incluso peores que naciones pobres de África, accede a una inversión de recursos que no se corresponden con sus parámetros de desarrollo en esta especialidad?

Cada año se gradúan miles de personas sin poder ejercitar lo aprendido. Unos cargan con las fallas propias de una enseñanza con poco rigor a partir del desequilibrio entre la cantidad de profesores disponibles y el alto número de las matrículas. Otros redoblan esfuerzos para acopiar el mayor caudal de conocimientos posibles para ser aprovechados en el mercado negro, u otras geografías usualmente ajenas al trópico.

“He pasado todos los cursos y aún estoy reuniendo para comprar una computadora”, me dijo un joven graduado de economía. “Estoy tras algo que es un privilegio en Cuba. Tal vez tenga suerte para finales de siglo” -agregó con sarcasmo.

El régimen alude que las dificultades en este campo se basan en el embargo norteamericano impuesto en 1961 a causa de las expropiaciones de propiedades llevadas a cabo en los inicios del período revolucionario. Esto es un argumento válido, pero dista de reflejar todas las aristas del asunto.

Escudado en tales premisas, el gobierno cierra el círculo en torno a cualquier intento de apertura que incluya  tanto  la compra de una computadora como al uso de la Internet.
Una señal que evidencia el perfil restrictivo de la nomenclatura en este sentido es la censura a los buscadores Yahoo y Google. El acceso a ambos sitios está bajo draconianas regulaciones que afectan a periodistas y profesionales de diversas especialidades.

“A ellos les conviene mantener el control de la información, de no ser así pierden el juego. Su larga historia en el poder está estrechamente vinculada a un trabajo mediático que combina censura y verdades a medias” –expresó un profesor universitario apoyado en el anonimato. Y agregó: “Es difícil pensar que las cosas cambien en relación a esta problemática. Siempre habrá chivos expiatorios para justificar el control de la sociedad. Aparentemente se facilita el estudio de la computación, pero hay que ver el reverso de la moneda. Puede haber no 100 000, sino 500 000 cubanos en las aulas recibiendo cursos de informática. Eso es un golpe de efecto. Una burda propaganda donde quedan excluidos los escenarios que recrean los afanes de una dictadura”.

Tomando como punto de referencia estas opiniones se llega a una conclusión: el diario Juventud Rebelde no convence con esa nota que ilustra la masiva asistencia a los llamados Joven Club de Computación y Electrónica. Son simples alardes. Números que van y vienen dentro de una dramaturgia que busca autentificarse.

La informática y el conocimiento pleno no pueden desvincularse de las libertades individuales. Lo demás es pura fanfarria. Propaganda y teatro del absurdo.

En esos registros suena el nombre de Cuba. Una nación arruinada y a merced de los caprichos de una élite incapaz.

 

 
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