Crónica          
7 de marzo de 2008

Libertad con mayúsculas

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Supongamos que en la isla de los Castro pueda llegar a lograrse el cambio de sexo, que la mentira se elimine del seno del Partido Comunista, como exhortó en días pasados el periódico oficialista Granma; que los cubanos, al fin, tengamos libertad para vender nuestras propiedades: autos, casas y todo lo que queramos vender; que cualquier nacido en Cuba tenga derecho a viajar, a entrar de nuevo a su país, a vivir en cualquier lugar del territorio nacional, a hospedarse en los hoteles y disfrutar de los centros turísticos; que miles de trabajadores continúen discutiendo lo que ha andado mal en la isla durante casi medio siglo y que dejen de incumplir el reglamento laboral de Raúl Castro; que los jóvenes estudiantes sigan haciendo preguntas difíciles a los dirigentes gubernamentales; que pongan en libertad a los 234 presos por motivos políticos, entre ellos 23 periodistas independientes; que el régimen no acuda más a los archivos de la policía secreta para denigrar a un disidente, como ocurrió recientemente con Elizardo Sánchez; que hasta podamos imaginar a una mujer gobernando el país, porque Fidel Castro se ha retirado de verdad. 

Todo eso suena muy bonito. Querrá decir que se abrirán algunos postigos de libertad.
Pero, ¿y todo lo demás? ¿Y todo aquel montón de libertades que conocimos ayer, durante la república, y que perdimos de un plumazo en 1959, con el triunfo revolucionario de Fidel Castro?

Para que vuelvan aquellas libertades, como por ejemplo, una economía libre, una democracia verdadera y sobre todo respeto a la individualidad, tendrá que llover un poco más. Tendrán los comunistas que perder el miedo a perder, para que grupos políticos de otras tendencias y criterios puedan ejercer su derecho a existir.

La tan mal tratada Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la cual Cuba es signataria desde su creación, deberá ponerse en práctica sin omitir ni uno solo de sus artículos.

Los intelectuales cubanos, como habrá libertad de pensamiento, no tendrían que adular ni apoyar hipócritamente al gobierno en el poder para recibir -como ocurre hoy- un estipendio que les permita almorzar y comer, aunque malamente.

Mucho menos serán vistos como personas que quieren sobresalir con poses egocéntricas aquellos que critiquen cualquier asunto gubernamental.

Habrá, no tengo duda alguna, la libertad que merecemos luego de cincuenta años sobreviviendo con las manos atadas y una mordaza en la boca para el control de la libertad de expresión.

Cuba podrá, al fin, considerarse un país libre, porque el comunismo, por suerte, habrá caído como fruta podrida por su propio peso, sin nadie que lo empuje, sin nadie que lo asfixie, sin nadie que le dé el tiro de gracia, tal y como ocurrió en Europa del Este.
Sólo entonces ninguna familia se verá obligada a marcharse del país en busca de lo que al fin hemos obtenido: Libertad con mayúscula.

 

 
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