Crónica          
5 de marzo de 2008

Un polaco de la Gestapo

Odelin Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - Por los barrios de la Habana circula la copia en CD de uno de los programas del canal 22 de Miami. Se trata del espacio Maria Elvira Confronta. Su conductora invita a los agentes desertores de la Contrainteligencia Cubana, Delfín Fernández y Camilo Pérez Villanueva.

Me llamó la atención cómo salió a la palestra uno de los personajes ocultos de la nomenclatura cubana. Se trata de Luís Alberto Rodríguez López Calleja, ex esposo de Débora Castro Espín y yerno del actual mandatario cubano.

Este sujeto figura como la pieza clave en la economía militarizada del país y goza de los privilegios que no poseen algunos generales dentro del propio círculo de poder.

Pero no me quiero detener en lo que ya conoce cualquier ciudadano que posea un reproductor de DVD y haya podido digerir hasta la saciedad este segmento televisivo.

En Cuba existen una serie de personajillos de barriada que hacen y deshacen a su antojo, esos que por su modo de actuar no es difícil asociarlos a un posible agente encubierto. Organizan dentro de su círculo de “socios” una serie de negocios ilícitos en los que se mueven con total impunidad, traficando al por mayor cuanto pajarito volando quieren.

El personaje que me atrae a escribir esta crónica se llama Armando, más conocido como “el Polaco”. Vive en la calle 8 entre 7ma y 9na, reparto Parcelación Moderna, municipio capitalino Arroyo Naranjo.

El Polaco es un sujeto que delata sin vacilar todo vestigio de ilegalidad a su alrededor. Sin embargo, por más de diez años ha sido el garrotero del barrio. Es poseedor de dos cafeterías, un negocio de prendas de oro y una antena satelital. Jamás ha sido molestado por la policía económica o política, lo que ha suscitado que la vecindad lo catalogue como un colaborador de la Seguridad del Estado.

Las cafeterías del Polaco están legalmente registradas por la Oficina Nacional de Acción Tributaria (ONAT). Una de ellas se ubica en su propia casa y la otra en calzada de Managua y Camilo Cienfuegos, Reparto Eléctrico.

Marina Fernández es una ciudadana que reside en calle 17 entre calle 8 y 10 del mismo reparto. A Marina se le ocurrió vender pizzas elaboradas con recursos propios. El Polaco, o el “Todopoderoso”, como le llaman algunos en el barrio, no tardó en delatar el hecho.

Se presentaron en su casa dos inspectores de la ONAT para persuadirla de que abandonara la venta. Sin mucho rodeo, los propios funcionarios le comunicaron quién había sido el delator.

Otro caso fue el de Ernesto Cué González, quien sobrevivía vendiendo meriendas en el frigorífico ubicado apenas a 100 metros de la casa-cafetería del delator. Para el Polaco las ventas empezaron a mermar. Consideró que Ernesto era una amenaza para su negocio y tomó las medidas pertinentes como corresponde a un subalterno de oficio.

Pudiera enumerar una por una las víctimas de este personaje, algunas muy cercanas a este reportero. La cafetería de “Los Pepes” situada en la Avenida de las Flores, y la cafetería de Manolo en la calzada Camilo Cienfuegos, ambas sentenciadas más de una vez a desaparecer por la influencia de este sujeto.

Y es que no se consigue respirar cuando el país todo está minado de estos solventes delatores. Pienso que lo hacen por oficio o para mantener su pequeño feudo, y quién quita que por algún deseo reprimido.

No estamos acostumbrados a husmear en esa otra faceta oculta de la revolución, al menos no podemos. En ese inagotable caudal de intereses que castiga amparado en el dinero. Para esos personajes y personajillos no existen los límites ni las sentencias.

Declaro que no ando en busca de un permiso para abrir una cafetería. Tampoco pretendo dejar de criticar al absolutismo y a mis detractores. A fin de cuenta, ¿que diferencia puede existir entre un sentenciado y un Polaco de la Gestapo?

 

 
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