25 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Guagüitas de a cinco pesos

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - El uso del diminutivo está justificado por tratarse de ómnibus de menor tamaño y capacidad que los comunes o habituales.

Su aparición es reciente, aunque fueron anunciados tres años  atrás a raíz de una intervención del Comandante cuando se refirió a los boteros (taxistas particulares) a los que describía como “esos que sustraen gasolina para negocios particulares y contaminan el ambiente con viejos cacharros”.

Algunos pensaron entonces que con los prometidos ómnibus languidecerían los boteros hasta desaparecer, por la imposibilidad de éstos para competir con un servicio mucho más barato. Otros les pronosticaban vida eterna a los boteros y aseguraban que en la competencia con el particular el estado totalitario estaba en desventaja. Así pues, entre tan encontrados augurios, hizo su aparición la famosa guagüita 

Actualmente funciona en la capital una sola línea de estos vehículos, que cubre la ruta desde el parque El Curita, en el centro de la capital, hasta el pueblo de Santiago de las Vegas ubicado al sur de   Ciudad de La Habana. Se proyectan otras rutas.

Contra todos los augurios, en torno al recorrido conviven  las formas  habituales de transportación de pasajeros.  Junto a las guagüitas de a cinco pesos luchan los boteros con sus viejos carros americanos que cobran 20 pesos  por el viaje, así como los ómnibus articulados chinos de cuarenta centavos, sustitutos de los armatostes rodantes o “camellos”.

Los pasajeros, para quienes el tiempo apremie y además vengan cargados, los boteros; para los que no están muy apurados y desean ir cómodamente, las guagüitas; para la mayoría  de los usuarios que, por tener raquíticos bolsillos se van en cualquier cosa que ruede por el asfalto y desafían la cola por muy larga que sea, los ómnibus articulados de 40 centavos. 

Las veces que he estado por el parque El Curita, la cola no  ha tenido menos de treinta personas y el tiempo de espera nunca ha sido menor de media hora. No obstante, algún que otro pasajero me ha dicho que en determinados horarios el tiempo se reduce.

La capacidad es de 18 asientos que representa la mitad con relación a los ómnibus comunes y no se permite ir de pie. Se rinde viaje en San Antonio de las Vegas pero por el camino hace parada en tantos puntos como demanden los pasajeros y aquí está la “jugada” del chofer que puede “rellenar” el vehículo con nuevos pasajeros y nuevos abonos de pasajes. En fin, que el sol sale para todos y todo tiene su “vuelta”. Lo que hay es que “sabérsela buscar.

Al chofer la cuenta no le da por más que le de pa’tras y palante y se rompa la cabeza con la aritmética marxista. Doscientos treinta pesos cubanos mensuales y diez chavitos no hacen funcionar los calderos como es debido. El invento es mucho menor que en una guagua común pero el trabajo es más cómodo y no tiene que lidiar tanto con un público cada día más agresivo e irrespetuoso; capaz de “salarle” la vida a cualquiera. Sin duda alguna el trabajo tiene mucho más “caché” (distinción). 

Además, cuando esa guagüita china se aleja de la ciudad y va dejando atrás el barullo y la sofocación, parece como si la vida misma se purificara entre pastizales salpicados de flamboyanes y cocoteros. El aire menos contaminado que se cuela por las ventanillas  entra con olor a manigua  para recordarle al chofer que es el centro de l8 almas cautivas y dependientes del  timón que controlan sus manos. En ese momento siente lo importante que es y hasta olvida su condición de miembro honorífico de la dictadura más antigua del continente. 

 

 

 

 
 
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