19 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

En defensa de los árboles

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – El primero de junio se inició la temporada ciclónica, que se extenderá hasta el 30 de noviembre. Desde mucho antes se toman en Cuba medidas preventivas. Una de ellas tiene que ver con la poda, especialmente de los grandes ramajes que se elevan por encima de los tendidos eléctricos y telefónicos, que se convierten en un inminente peligro cuando soplan vientos huracanados.

En ocasiones, poda y tala se realizan indiscriminadamente. Un enorme álamo centenario plantado frente al museo Emilio Barcardí, en Santiago de Cuba, que formaba parte inseparable del paisaje, fue derribado y sustituido por otro más pequeño, que demorará décadas para alcanzar la estatura y robustez de su antecesor.

La Plaza de Marte y el parque Céspedes, dos de las principales plazas del casco histórico de Santiago, ya no brindan al caminante la sombra refrescante de sus árboles, en una ciudad donde el calor mete miedo. Fueron talados y sustituidos por otros, muy pequeños para acomodarse bajo sus ramas. Y la avenida Victoriano Garzón pagó con creces el desatino de alguna autoridad municipal cuando fueron decapitados muchos de sus árboles frondosos.

En la capital, como en cualquiera otra urbe del planeta, abundan los excesos a la hora de podar y tumbar árboles, pero hay que reconocer que existe más cordura, como se aprecia en el Parque de la Fraternidad, y en el Paseo del Prado, donde algunos viejos árboles enfermos fueron sustituidos por otros más pequeños, pero lo suficientemente crecidos para alcanzar la adultez en pocos años.

Existen especies que con el paso de los años rompen muros y aceras. Pero hay tratamientos para eliminar las raíces perjudiciales, y sobre todo, los técnicos forestales conocen que se deben sembrar aquellos  de raíces en forma de lanza, porque buscan la profundidad del suelo.

En los últimos años se observa la preocupación por la resiembra y reforestación en varias ciudades de la isla, principalmente en la capital. Y también nos percatamos de la acción negativa de quienes arrancan las plantas o tronchan sus tallos por simple diversión maliciosa.

En las playas del este de La Habana se dejaron de plantar cocoteros y uvas caletas, especies que crecen poderosas junto al mar que, lejos de dañar el medio ambiente (como ocurrió con la siembra de casuarinas que hubo que talar completamente), lo favorecen; y como tampoco se colocan en la playa las sombrillas rústicas de madera y guano (arrancadas por los huracanes que nos azotan), los bañistas, literalmente, se cocinan bajo el sol.

La deforestación, unida a las podas y talas indiscriminadas, es otro problema que hay que atajar. Los árboles oxigenan, reparten salud, dan vida al hombre. Son los pulmones de la ciudad.

 

 

 

 
 
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