18 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Apuesta por la censura                

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Todavía muy pocos en Cuba se atreven a ponerle voz y letras a sus pensamientos críticos. El costo sigue siendo alto. Cierto es que Raúl Castro ha entreabierto la puerta de los cambios, pero todo sujeto a la reserva y  la previa selección.

En la isla poco ha cambiado respecto a la política comunicacional. Sin que quepan dudas, las líneas directrices de las publicaciones continúan sobre los carriles del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista. El supremo ente fiscalizador de las informaciones y opiniones aparecidas en los medios de prensa, todos bajo la égida del estado.

Se albergó alguna expectativa en torno a la noticia sobre la presunta inauguración de un periódico más dinámico y abierto en el sentido profesional. Es decir, que en él aparecerían coberturas con un índice de objetividad en armonía con los hechos, y no anclados a afectaciones utilitarias y con evidentes muestras de subordinación ideológica.

Si fue cierta la información, es posible que el proyecto haya vuelto a la gaveta o esté bajo un exhaustivo proceso de ajuste. Habría que calcular las dimensiones de la ventana informativa. Los aires del cambio podrían revolcar el mobiliario del régimen incluso a través de una pequeña abertura.

Si algo temen las estructuras de gobierno basadas en la manipulación y ocultamiento de información, entre otros medios represivos, es precisamente a la permisividad  en estos ámbitos. Dejar opinar, publicar y crear a todos los cubanos interesados sería un paso demasiado arriesgado para las autoridades.

Unas de las primeras medidas adoptadas en los inicios del proceso revolucionario fue la aplicación de la censura a través de la inmediata clausura de los medios de prensa críticos o el sometimiento de éstos a una política de asedio que determinó su disolución.

Censura y terror son apenas un par de categorías de enfermiza funcionalidad en este medio siglo de unipartidismo. Por tanto, no es lógica la idea de un socialismo donde converja el respeto a la diversidad de ideas junto a doctrinas de gobierno basadas en la exclusión.

Ni los reporteros de la prensa extranjera acreditada se salvan de los prejuicios. Aunque pueden esquivar con éxito la cárcel, podrían enfrentar la expulsión o reprimendas públicas a partir de la valoración de los censores. Ser muy objetivos en determinados momentos resulta lesivo para los intereses de la nomenclatura.

Hay, en la superficie, algunas novedades. En el fondo las aguas siguen turbias por más que se quiera convencer sobre una gradual transformación de las esencias del sistema.
Más de 20 periodistas independientes permanecen tras las rejas acusados bajo términos jurídicos escandalosos. Mercenarismo, traición a la patria, agentes subversivos, son tres de las etiquetas proclives a acompañar a todo aquel que elija ejercer la profesión fuera de los controles del estado. 

Que en el diario Juventud Rebelde, de alcance nacional, o en algunas de las páginas de publicaciones provinciales aparezcan de vez en cuando reportajes con cierto énfasis en la crítica no es motivo para celebrar el advenimiento de un sistema más tolerante.

Para estar seguro de esto último es menester una remodelación constitucional donde se legalice el derecho a la libertad de expresión.

Entonces no habrá que pensar en una paliza, un acto de repudio o en la cárcel mientras se escribe una crónica sobre el tema que haya entrado al círculo de las motivaciones.

En Cuba la censura conserva su estatus predominante. El espacio para escribir y crear al margen de las estructuras del estado es precario, quizás temporal, apenas un simple filón a merced de un portazo. Otra manera de ver las cosas es pura ilusión, o simplemente cinismo de la peor naturaleza.

 

 

 

 
 
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