13 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

El ciclo fatal de la dependencia (final)

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Cuba ha logrado colarse en la historia a un precio demasiado alto. La fórmula ha sido y es la confrontación, la retórica belicista, el odio convertido en filosofía, el martirio como fin de la existencia.

Los herederos del poder no pueden cambiar el estado de las cosas. Son rehenes y co-partícipes de un diseño político que es de hecho la base de su legitimidad. No pueden desembarazarse muy fácil de ese ciclo de situaciones límites creadas con el objetivo de granjearse el apoyo de la población y obtener la obediencia necesaria para sumar otros aniversarios a un ejercicio del poder que casi cumple medio siglo.

Vivir sin un enemigo es algo de lo que no pueden prescindir. Convocar a nuevos ensayos para una guerra que solo cobra realidad en algún género de ficción es parte del ritual. El asunto radica en conservar intactas las palancas de la movilización, la presunta unidad en relación al partido que gobierna y justificar los altos indicadores de la represión.

Ahora la sumisión vuelve a cobrar forma en los destinos del país. Según proclamó uno de los vicepresidentes del Consejo de Estado hace pocos meses, Cuba tenía dos presidentes: Fidel Castro y Hugo Chávez. Ahora el primero sustituido por su hermano Raúl Castro.

La mentalidad colonial resurge en aras de mantener el poder. Alrededor de 90 000 barriles diarios de petróleo son suficientes para que al presidente de Venezuela se le rindan pleitesías y pueda actuar como si Cuba fuera su protectorado.

Después de casi 50 años la revolución cubana cae bajo los molinos de la historia. Fue una idea sostenida en el tiempo por un líder carismático y con la voluntad de figurar entre los personajes recordados por la humanidad.

Fidel Castro pudo lograr gran parte de sus propósitos. Pues morirá tranquilamente en su cama. Brillará en la posteridad por causas ajenas a la generosidad y otros fines benévolos.

Deja un país devastado en todos los sentidos. La bancarrota moral y el desastre material serán dos fantasmas que vivirán entre varias generaciones. Increíblemente todo lo que se proclamó como éxitos indiscutibles devienen en síntomas de un fracaso de amplias proporciones.

El pro norteamericanismo de la población cubana resume una elección mayoritaria que describe el fiasco de las campañas de adoctrinamiento.

En lo relativo a la soberanía basta conocer que Cuba, siendo un país agrícola, debe importar el 84 % de los alimentos, añadido a esto la alta dependencia energética e industrial, certifican que los índices de vulnerabilidad se contradicen con las estadísticas de excelencia que todavía promueven los medios de comunicación.

El futuro de Cuba está, más que nunca, a merced de las decisiones del Congreso y el ejecutivo estadounidense. Esto es una consecuencia directa de un nacionalismo que no quiso adaptarse a las realidades geopolíticas y negociar un acuerdo en buena lid, es decir, tomándole la palabra a las administraciones que como la de James Carter y en menor medida la de Bill Clinton estuvieron dispuestas a entrar en alguna dinámica de negociación.

La historia de la revolución cubana está suscrita bajo el rótulo de la dependencia. Por eso la autenticidad que pudo haber tenido se esfuma ante un análisis objetivo.

Sobre tres países recaen las explicaciones de tan largo mandato. La URSS fue el primer soporte, le sigue Venezuela con los emergentes suministros de hidrocarburos y  los Estados Unidos, antes y hora, como el adversario idóneo para posar como víctima y anotarse apoyos directos e indirectos en el campo de la política y la diplomacia.

En un futuro será el socio por excelencia. El país que asumirá en buena medida la remoción de las ruinas y entregará millonarios préstamos para iniciar la retrasada industrialización.

Tales iniciativas gracias a una combinación de pragmatismo y solidaridad con un país vecino devastado por una utopía sin ninguna o muy pocas razones para convertirse en paradigma.

Aunque continúen negándolo, el socialismo, con su estela de excesos y dislates condiciona una mirada fija, y con cierta esperanza, a Estados Unidos y Europa. Es uno de los legados más notorios que nos deja una aventura de triste final. En resumen, el totalitarismo acabó con Cuba.

El ciclo fatal de la dependencia (I)

 

 

 

 
 
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