12 de junio de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Plátanos y calabazas

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Un camión repleto de plátanos y calabazas se posesionó de la esquina de Quinta Avenida y calle 486, en Guanabo, municipio Habana del Este, durante dos días.

La gente, contenta, acudía al lugar apresuradamente. Parecía una alucinación tantos plátanos y calabazas juntos, y un montón de habichuelas y ajíes (nunca se aclaró que eran picantes).

A la mano la oportunidad de ahorrar unas pesetas, con el temor de que pronto se acabarían las mercancías del mágico camión. Plátanos maduros a dos pesos cada uno, grandes, menos grandes, medianos; calabazas a un peso cincuenta la libra; habichuelas a dos, y los ajíes a cinco pesos el “jarro”. Era todo. Y mucho era.

Nadie miraba los precios en la pizarra. ¿Para qué? Era una pizarra mentirosa porque estaba escrito: Plátanos: dos pesos la libra. Los del camión los vendían por unidad. Otro tanto ocurría con las calabazas. Las pesaban si era mucha la diferencia de tamaño, si no, el vendedor la tomaba en sus manos y declaraba al cliente el precio en alta voz. Prodigio de la naturaleza, las manos del hombre convertidas en pesas de precisión.

¿Y los ajíes? La pizarra indicaba el precio. A tanto el j. Pero nadie entendía si era una j o una l: un jarro o una libra. Pero se vendió el ají por jarros. ¿Las habichuelas? Por mazo, ristra, u  otra medida.

Las unidades de producción y venta, en muchas ocasiones, alegan no tener pesas, o las esconden en beneficio propio y en detrimento del bolsillo del consumidor.

Sólo una entidad agrícola, la Unión Nacional de Acopio, dice tener un déficit de 3 mil básculas. La escasez y deficiente funcionamiento de las balanzas están generalizados. Algunas tienen hasta setenta años de uso. Las pocas adquiridas en el exterior por el estado se emplean en tiendas recaudadoras de divisas, y nunca en bodegas, carnicerías y mercados agrícolas.

Nadie sabe explicar qué pasó con la fábrica de balanzas que Cuba compró a Checoslovaquia en la década de 1960, y que llegó a producir algunas pesas.

De todos modos, hay que reconocer la buena atención de los vendedores del camión que aterrizó en Guanabo. Lo otro de que si por unidad, jarro, mazo o ristra; que si algunos pesitos engordaron los bolsillos de la cooperativa. Son minucias entre familia que no vale la pena recordar. ¡Ojalá,  y pronto, aterrice de nuevo el camión de las viandas!  

 

 

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.