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9 de junio de 2008

La Habana no está contenta con Caracas

Por Pablo Alfonso

El general Raúl Castro no confía en el presidente de Venezuela, Hugo Chavez. El generalato cubano y sus altos mandos están preocupados con las bravuconadas guerreristas del líder de la revolución bolivariana y sus amenazas militares en la región. Ellos pelearon guerras verdaderas hace ya muchos años y organizaron genuinos movimientos subversivos y guerrillas que retaron en su momento –con la ideología y las armas-, al poder constituido de varios países de Africa, Asia y América Latina. Están de regreso de tales aventuras y saben, además, que aquellos tiempos pertenecen al pasado. Les preocupa el presente porque el futuro es incierto.

La cúpula ideológica del comunismo cubano no comulga con el socialismo del siglo XXI que autoproclama Chávez. Hay demasiado eclecticismo político en el confuso discurso chavista. Hay mucho de facismo y poco de marxismo-leninismo en ese discurso que Chávez condimenta con payasadas que los ruborizan en secreto. La Habana tiene su propio dilema. El general Raúl Castro y su gobierno saben que dependen de Chávez para mantenerse en el poder. La economía cubana está atrapada en el petróleo venezolano. En sus barriles gratuitos y en los petrodólares que paga Chávez por los “internacionalistas de la salud” radicados en Venezuela.

La dependencia económica de Chávez y sus disparates políticos en la región producen insomnio en la cúpula dirigente cubana. Y cuando concilian el sueño les atormenta la pesadilla del derrumbe de la Unión Soviética: las consecuencias provocadas por aquella dependencia soviética. El régimen castrista no se puede dar el lujo de pasar de nuevo por el mismo puente. Le va su existencia en el asunto.

Ese es el dilema del general Raúl. Su objetivo es encontrar la alternativa adecuada. La que le garantice la estabilidad del presente y le ofrezca, al menos, una visión más favorable del futuro a su intranquilo entorno político.

Hay un político en la región que conoce a fondo el dilema de Raúl. La experimentada y discreta diplomacia de su país ha diseñado al detalle la estrategia para ofrecerle al general Raúl, una posible solución a su dilema.

El presidente de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva, comenzó a jugar su papel en la sucesión política cubana a principios de este año, cuando viajó a La Habana. A partir de entonces los brasileños han ido abriendo con cautela sus bolsillos y aumentando los créditos financieros a la isla.

Brasil es la décima economía del mundo; tiene un enorme potencial de desarrollo y el presidente Lula, pugna con discreción por el liderazgo político de la región que trata de monopolizar su homólogo venezolano. Es una pugna de dos viejos colegas que se dieron las manos en los orígenes izquierdistas del Foro de Sao Paolo; pero que ahora enfrentan visiones socialistas muy diferentes.

La visita que realizó a La Habana el canciller brasileño Celson Amorim, al frente de una nutrida delegación de empresarios privados, selló la alianza estratégica y política entre Brasil y Cuba.

Por lo pronto el gobierno cubano podrá utilizar hasta 400 millones de dólares en créditos brasileños para comprar alimentos y otros productos esenciales en ese país. Las empresas brasileñas de la construcción se disponen a construir en la isla la infraestructura necesaria –carreteras, ferrocarriles, instalaciones hoteleras-, para que por ella transite una economía renovada. Su tecnología agrícola intentará resucitar la desfallecida agricultura cubana. La compañía petrolera Petrobras, ultima los detalles para comenzar la exploración del crudo sumergido en el subsuelo marino que pertenece a la plataforma cubana.

Brasil, como dijo su canciller de visita en La Habana, quiere convertirse en el socio número uno de Cuba; pero no sólo en lo económico, sino socio número uno en todo…Enigmática afirmación dentro del complicado panorama político que vive hoy Cuba.

El general Raúl no tiene mucho donde escoger, por el momento. Recomponer las relaciones con el próximo inquilino de la Casa Blanca, cualquiera que este sea, no es cuestión de un día para otro y conllevará siempre compromisos políticos que la dictadura cubana no parece dispuesta a pagar. Para el general Raúl, Lula parece ser la alternativa de Chávez más viables. Los brasileños se ofrecen para el rescate, pero las condiciones reales del acuerdo todavía se desconocen.

 
 
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