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9 de junio de 2008

Pasos contados

El periodismo, ese sobrino preferido de Cenicienta, se queda indefenso y desamparado cuando un especialista lo utiliza para dejarlo con espuma en la boca y las crines mojadas en la frontera del ensayo. Algo de eso ha pasado con Después de Giselle, un libro que no se entrega a ningún género y hace esfuerzos para que nadie le ponga dogal.
Lo escribió Isis Wirth, una joven cubana casada con un diplomático suizo. Por eso Wirth, en español, se pronuncia algo así como Armenteros, el apellido con el que llegó al planeta Tierra y con el que publicó sus primeras piezas -en plena adolescencia- como crítica de ballet y guionista y conductora de programas radiales sobre danza.
Ahí están sus primeros y sus más recientes artículos, los ensayos, las entrevistas con grandes bailarines, muchos años de su vida entregados al arte, a la literatura y al ballet. Están en las páginas del libro con su visión personal y, probablemente, apasionada por sus urgentes ayunos caribeños, pero contenidos por la distancia de las lecturas y una noche, que ya dura años, en las butacas de los teatros.
En realidad, es un libro compuesto por artículos y ensayos escritos por alguien racional que explica el esplendor de pequeños revuelos y las complicaciones de vencer el aire y comprender ciertos rumbos del alma. Lo que pasa es que los textos tienen también, desde los títulos hasta los puntos finales, unas ráfagas permanentes de emoción, el susto reconocible del creador.
En esa mezcla de sabiduría y sensibilidad está la fuerza de Después de Giselle y está la victoria de su autora, una mujer que se ha hecho universal desde su difícil cubanía. Una señora que, en la platea, parece una bailarina que ha descendido un momento a contarle un secreto a los espectadores y que, desde sus casas provisionales de Damasco, San José o Múnich, no ha dejado de sacar entradas todos los sábados para ver las zapatillas zurcidas sobre los escenarios de La Habana, la ciudad donde aprendió a ver y a querer.
El libro está editado por Aduana Vieja, ilustrado por Marc Haegeman y tiene un prólogo de Zoé Valdés. Entre las decenas de notas que han aparecido desde que comenzó a circular, me gusta este resumen que hizo en Canadá el escritor César Reynel Aguilera: «Las puntas, que en sus inicios avasallaron el paraninfo, se elevan a la imaginación y abren un firmamento innombrable. Es esa bóveda, poblada con las estrellas del ballet y la danza, la que Isis Wirth nos lleva a descubrir, en todo su esplendor, con sus palabras».
El poder de Isis es el de la inteligencia, la tolerancia y la prudencia. A ella, la dictadura la puede privar de un paisaje, pero no de la lucidez. Por eso, y por otros pactos serenos y amorosos, indaga y descubre, investiga y escribe sin apuntador, con plena libertad. Aunque el director de la orquesta se quede dormido y las bailarinas dejen abiertas las ventanas y los boletos de regreso en los vuelos nocturnos.
Jueves
 
 
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