2 de junio de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

Volver

By MERCEDES SOLER

He vuelto a ver Volver. La genial película de Pedro Almodóvar me pareció destilar un mayor surrealismo en esta segunda sentada. O quizá se trate del contexto en que ahora intento reinterpretar su simbolismo; tan ligado a lo prohibido, a la violencia, a la pérdida. Lo digo porque el título mismo representa tanto en mi vida, en la vida de los cubanos de fuera de la isla, que a veces se convierte en un himno encantado. La idea de volver destripa el presente; se impone descarnada como propuesta y pregunta a la vez.

Penélope Cruz es la bella ultrajada, la traicionada, que se enfrenta a un pasado impensable y sufre la desaparición de una madre a la que resiente. ¿La madre tierra? Las diferentes tomas de cámara del cuchillo de carnicero que sirvió para que su hija adolescente apuñalara a su padrastro, pensándolo padre, porque él intentó violarla, además corta verduras para la cena --alimenta otras vidas. La muerte sólo es el comienzo de otro tipo de vida. ¿La muerte de una época? Las protagonistas viajan varias veces entre Madrid y la Mancha, origen de la trama y el pecado. En esas escenas atraviesan largos campos sembrados con molinos de viento que evocan en mí otras tantas millas quijotescas, alrededor de 90, en las que por 50 años han naufragado nuestro don y nuestro Sancho. ¿La esperanza?

Y ahora la idea, cual espléndida Dulcinea. ¡Volver! Como la madre en el filme, pensada muerta y presentada inicialmente en forma de fantasma; así acoto el nuevo cuchicheo balbuceado entre consignas oficiales y rumor de calle que ha emitido La Habana. ¿Se desploman los gigantes? Comenzó con permitirles compras de herramientas a los agricultores, luego microondas, computadoras, teléfonos celulares y estadías en los hoteles para la población en general. Y ahora, en susurro condicionado, muy pronto sí, aseguran: libertad de movimiento en el interior de la isla y el levantamiento de las trabas para viajar al exterior. Para la madre de la doctora Hilda Molina por fin sí, para Yoani Sánchez no. La nueva película cubana está en busca de un director. ¿Horror transformado en suspenso?

Hasta un día pronto. Y entonces, ¿volver a qué? ¿A curiosear, a poner, a quitar? ¿Qué? ¿Por qué? La respuesta no es tan existencial para la mayoría de los cubanos, que la tendrán ya más clara. Yo no la he ponderado tanto. Supongo que todos encontraríamos alguna razón: nexos familiares, amistades, obligaciones y deudas; aunque sea con nuestros muertos. O querríamos sentirnos reivindicados --voy porque es mi derecho como nativo y punto. ¿Final? Quizá volveríamos porque sentimos que nuestra película está incompleta, porque querremos reescribir el diálogo e improvisar un desenlace más moderno; menos tragedia griega, más historia de amor.

Yo salí de mi país con 9 años de edad y me he negado a regresar. En estos últimos meses he comenzado a cuestionarme. ¿Cuánto tiempo más valdrán mis viejas razones cuando se den los cambios que me facilitan volver? La vida es tan larga y tan corta simultáneamente que una decisión basada en una pregunta tan simplista puede cambiarla para siempre.

Cuba siempre fue mi fantasma. Por décadas la dejé enterrada para alejarme de sus espejismos. Ahora que resurge del más allá, como la madre de Penélope, mi instinto vacila entre rechazar sus maldiciones o aceptar sus regalos. Era mucho más fácil considerarla un espectro. Asumirla viva será un compromiso fuerte y pesado.

¿Y dónde empezar el día que vuelva? ¿Cómo recorrer calles que aunque no sea turista tampoco me pertenecen? ¿Qué idioma hablar con un pueblo que desarrolló su propia jerga, impuesta por condiciones difíciles que no viví y con cuyo acento ni siquiera me identifico? ¿A dónde ir --qué buscar... a la niña de los 9 años?

Volver será lo fácil. Lo complejo será reencontrar. A mí misma dentro del marco de ellos. A ellos estrenando un espacio por tanto tiempo negado. ¿Y el peso del pasado? Las historias de cuchillos carniceros, las penurias, los rencores de ambos lados. ¿Cómo se marcha hacia delante cuando se vuelve hacia atrás?

Quizá cambiando la ecuación. Replanteando la pregunta. Proponiendo que no existen retrocesos porque la vida es rectilínea. Se regresa hacia el futuro. El pasado ya pasó. Esta es la única forma en que pudiese volver. En mi caso, para descubrir --lo antes encubierto, para develar-- el velo de lo perdido, para abrazar lo que una vez fue mío y que no deja de serlo pese a los sinsabores.

En mi madre patria, que poco recuerdo y no conozco, quedaron algunas lecciones por aprender, unos cuantos tesoros que me pertenecen. No son riquezas materiales. Como las revelaciones de espíritus, sólo podrían alimentar mi alma. Allá pienso ir a recuperarlos. A cumplir el pacto invisible que cada madre sella con su hijo, de amar y comprender como lo dramatizó Volver.

 

mercedesenelnuevo@gmail.com

 


 

 

 

 
 
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