2 de junio de 2008       VOLVER AL INICIO
 
 

La relación de Fidel Castro con EEUU

By EMIILIO ICHIKAWA

Hace unos días un editor residente en Venezuela solicitaba un autor para escribir un libro sobre los Castro y la política regional contemporánea. Varias personas acordamos el nombre de Alcibiades Hidalgo. Porque no se trata sólo de hacer profecías y citar las anécdotas de siempre, sino de tener una visión de conjunto.

Acerca del anterior artículo [ver Castro y los EEUU, Perspectiva, 23 de mayo] preguntamos a Hidalgo, primero, por el enfoque general que avanza; es decir, si su experiencia diplomática podía avalar la afirmación de que el antiamericanismo de Castro era circunstancial y generalmente más verbal que práctico. ''Sí, por supuesto'', señaló, como si se tratara de un presupuesto de la política exterior cubana. Es en este contexto de ''buen comportamiento'' con los Estados Unidos en los momentos de mayor tensión donde hay que situar las dos cartas que, según dijo Castro a Ramonet, le fueron entregadas a Saddam Husseim recomendándole una salida de Kuwait en 1990 que evitara lo que después se conoció como Guerra del Golfo. Castro le escribió a Hussein el mismo día 2 de agosto, cuando las tropas iraquíes invadieron el país vecino.

Castro habló con Ramonet de dos cartas entregadas a Hussein, pero Hidalgo recuerda que él sólo participó en la entrega de una. En ella, con urgencia y oportunismo, Castro le advierte al ex dictador de Irak:

• Debe salir de Kuwait.

• Tendrá la fuerza y la opinión pública en su contra.

• Cuba puede servir de mediador.

A diferencia de Castro, Hussein se tomó en serio la confrontación con los Estados Unidos y le responde que seguirá adelante con el desafío. Finalmente, Castro le escribe de vuelta el 4 de septiembre de 1990, reiterándole su punto de vista: debe salir de Kuwait.

Según Hidalgo Castro vio en el conflicto la oportunidad de fungir, esta vez a nivel global, como un elemento mediador. Un papel similar al que venía sirviendo en asuntos de menor escala: migración, narcotráfico, rehenes, fugitivos, ETA, etc.

Años después, en los días posteriores a los actos terroristas del 11 de septiembre, cuando los Estados Unidos se volvieron a poner muy serios, Castro garantizó, incluso públicamente, que si algún prisionero en la Base de Guantánamo se escapaba hacia la parte cubana, pues que no se preocuparan, que ellos lo devolverían inmediatamente.

En el capítulo 25 del citado libro Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, dice Castro: ``En febrero de 2003, unas semanas antes de la guerra, estuve en Malasia en la Cumbre de los No Alineados y allí, en Kuala Lumpur, conversé largamente con los miembros de la delegación iraquí, y con el entonces vicepresidente Taha Yassin Ramadan. Les dije: Si en realidad tienen armas químicas, destrúyanlas...''

Reconozco una vez más que esta condición de cooperante respondón de Estados Unidos contradice la línea adoptada por el exilio cubano empeñada (literalmente) en tratar de demostrar que Castro, primero como comunista y luego como promotor del terrorismo, es una amenaza para los Estados Unidos. Y por supuesto, disgustará a todos los nacionalistas cubanos que insisten en ver en Castro un protagonista de la historia, aunque bueno para unos, malo para otros.

No obstante, las evidencias indican otra cosa. La propaganda no tiene que basarse en la verdad para ser exitosa, como demuestra el caso del nazismo temprano y del propio castrismo. Pero con el tiempo, la verdad se va haciendo más necesaria que la propaganda misma, sobre todo cuando ya la suerte parece estar consumada. Por demás, este enfoque puede ser terapéutico porque el exilio verá que muchos de sus fracasos no fueron ''errores'', sino sólo eventos que debían caer en la historia por su propio peso.


 

 

 

 
 
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