Crónica          
29 de febrero de 2008

Una intervención radical

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - La Casa de las Américas fue la sede del Encuentro Internacional de Violencia, Contraviolencia y abuso de género a la Mujer en Latinoamérica, celebrado entre el 18 y el 22 de febrero.

Más de un centenar de mujeres latinoamericanas se reunieron para denunciar la violencia en que viven, y casi un centenar de conferencias se escucharon, incluso  en las voces de las propias víctimas.

Los afiches y ampliaciones de fotos de mujeres laceradas, ensangrentadas y en el momento del ultraje, eran como para ponerle los pelos de puntas a cualquiera.

Es imposible que un cementerio de víctimas femeninas permanezca impasible a los ojos del mundo y sirva sólo como premio para una excelente fotografía. Y que en pleno siglo 21 un hombre atropelle a una mujer impunemente y siga constituyendo una noticia más dentro de un mar de malas noticias.

Con estos pensamientos enrarecidos y predispuestos por las fotos y los afiches, entré al salón de conferencias, donde dos mujeres mexicanas exponían sus terribles vivencias de acoso sexual y violaciones continuas a ellas y a otras muchas mujeres en casi todos los estados del país.

Ahora estaban maquilladas y la luz  de los dispositivos para televisión creaban sobre ellas tiernas aureolas, pero mi imaginación corrió con sus voces sesgadas y las vi debajo del puñetazo, la patada y la penetración forzosa.

Cuando terminaron de contar sus vivencias, la doctora Luisa Campuzano, coordinadora del evento, dijo que todos los que quisieran intervenir podían hacerlo. Y preguntar  a las conferencistas sobre cualquier detalle.

Hubo varias intervenciones, pero no aportaban nada nuevo. La doctora Campuzano les hizo señas con la mano para que abreviaran. Cuando parecía que ya nadie tenía nada que decir, se levantó una mano para pedir la palabra. Era un hombre de unos cuarenta años, robusto, de rostro curtido por la vida. Era cubano, se puso de pie y la doctora Campuzano le hizo una seña a su asistente para que le llevara el micrófono. El hombre tomó el micrófono, lo observó por un momento y comenzó a hablar. Su primera oración arrancó un aplauso prolongado en la multitud, porque fueron verdades tan grandes como la casa donde estábamos.

Lo que dijo después creó un ambiente raro. Hizo que la doctora Luisa se llevara las manos a la boca, frunciera el ceño y se desesperara. A medida que su alocución avanzaba, la conductora del coloquio hizo un ademán conminándolo a callar, pero fue imposible. El hombre terminó su intervención a toda máquina. Dio las gracias y devolvió el micrófono. Al sentarse, noté que parecía desembarazado de una carga. Estaba rejuvenecido. No le importó las miradas que recayeron sobre él. Ni el rubor en el rostro de la doctora Campuzano, que rápidamente anunció la conferencia de  Victoria Godoy sobre los niños vagabundos en las calles de Venezuela y el esfuerzo que realiza el presidente Chávez por eliminar la violencia infantil que es un azote, sobre todo en Caracas.

“Todo hombre –dijo el hombre-  que levante la mano y golpee a una mujer, ha olvidado de dónde proviene y no es digno de su género. Nada se gana con reunirse, contar y lamentarse de los sucesos. Debe contestarse con una intervención radical. Porque si no, dentro de diez años, nos veremos nuevamente aquí, hablando otra vez de cómo ocurrieron los hechos. Los lamentos no resuelven el problema. Si los gobiernos tampoco lo resuelven, solo la víctima, aprovechando el fragor del vejamen pueden resolverlos. Yo propongo a ustedes que también flagelen al violador, y  que junto a cada cruz de una mujer violada o golpeada, aparezca un frasco con formol mostrando los escrotos del hombre que la injurió”.

Como la conferencia sobre Venezuela no pareció interesarle, el hombre se levantó y salió de la sala. Lo seguí hasta la puerta  y le pregunté:

-¿Por qué responder a la violencia con violencia?

-La mujer, desde niña, debe aprender a defenderse. El resto es ganar tiempo y comerse las meriendas de los congresos que se celebran a diario en Cuba, sin mencionar los problemas tenemos aquí.

 

 
 
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