Crónica          
29 de febrero de 2008

Un llamado de auxilio

Laritza Diversent Cámbara

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - El gobierno cubano se muestra ante el mundo como un paladín de los derechos humanos. Sin embargo, en días pasados recibí un escrito anónimo de un recluso que denuncia sobre los derechos y libertades de los reos en las prisiones de la isla.

A nivel internacional existen innumerables instrumentos jurídicos que regulan las condiciones mínimas en las que ha de desarrollarse la vida de los reclusos y detenidos. Hacen posible que estos gocen de la inmensa mayoría de los derechos del hombre.
En Cuba la única disposición normativa que regula este particular son las normas y procedimientos para el tratamiento reeducativo, emitida por el Ministerio del Interior (MININT).

Nuevamente nuestro parlamento, la Asamblea Nacional del Poder Popular, incumplió con su obligación de legislar, impuesta por la Carta Magna de la República. Esta desregularización jurídica o silencio omiso, permite la efectiva vulneración de los derechos y libertades de los reos y a su vez provoca su indefensión.

Mi remitente anónimo escribe en nombre de la población penal del centro de reclusión Combinado del Este, en Ciudad de la Habana; y especialmente de los reos del Segundo Sur, edificio número dos.

En su carta asegura que, “es mentira que están convirtiendo las prisiones en escuelas. Aquí no enseñan nada”.

Considera esto un ardid para engañar al mundo y a nuestro pueblo. Afirma además, que los reos allí necesitan asistencia médica. Que mientras ellos no tienen ese servicio indispensable para la vida, los comunistas le regalan atención médica al mundo.

Critica el cinismo con que el estado cubano denuncia las violaciones de los derechos humanos en la Base Naval de Guantánamo y las vulneraciones hechas por el gobierno norteamericano a sus cinco héroes: “Cuando aquí es tremendo el maltrato con la población penal, se golpea y tortura más, e incluso a los menores. Aquí no se respeta el derecho personalísimo y a la intimidad de los reclusos. Escuchan sus conversaciones telefónicas y leen sus cartas, las que le obligan a entregar abiertas”.

Denuncian la corrupción de sus carceleros. El jefe de la unidad de esta prisión, quien supuestamente debe ser el abogado defensor de los reclusos, consiente y tolera la formación de bandas organizadas, integradas por reos a los que llaman “los disciplinas”. Esos sancionados se encargan de imponer el orden y el terror entre los demás presos, en los lugares de reclusión. Con expresión temerosa asegura que: “desde hace tiempo aquí no hay paz.”

A cambio de esta “situación supuestamente privilegiada” los disciplinas deben pagar a los oficiales de alto rango del centro con dinero, beneficios u otros tipos de ventajas. Por ejemplo, ellos le compraron la canastilla a la esposa de Jorge Fonseca, jefe del edificio número dos.

Los cataloga como verdaderos jefes mafiosos; “ellos viven como señores”.

Menciona al oficial Enasmo, segundo jefe de unidad y a Jorge Escalona Naranjo, jefe del orden interior, quienes junto a Fonseca han implantado una verdadera dinastía imperial.
Estos personajes patéticos impusieron nuevas restricciones que violan las reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, reguladas a nivel internacional en importantes documentos jurídicos, principalmente las relacionadas con la alimentación y los servicios médicos.

Estas restricciones las establecieron para resolver sus necesidades personales y garantizar su trabajo. “Nos dieron un paseo por el patio para callarnos la boca, porque el piso entero se quedó sin el plato fuerte. Nos dieron una copa de arroz hervido con sal y agua caliente, porque a eso no se le podía llamar sopa”.

En su escrito denuncia  los nombres y municipios de residencia de algunos disciplina “encargados de ayudar a los oficiales a implantar el terror entre las personas”: Osniel, Cleidis, Alexis, El Guachi; todos del municipio capitalino San Miguel del Padrón. Pichara, El Bobi y Elías, de Guanabacoa, también en la capital. Y Papo y Dille de Provincia Habana.

No puedo imaginar el nivel de desesperación y angustia de mi remitente anónimo, aún sabiendo las posibles consecuencias por el envío de esta carta. Se arriesgó a mandarla desde su centro de reclusión. Por tal motivo me siento en la obligación de cumplir lo que me pide. Solicitar ayuda material y apoyo moral para estas personas.

A nombre de los reclusos de Cuba, pedimos a todos los estados, organizaciones internacionales no gubernamentales (ONG) que abogan por los derechos humanos a nivel planetario, que denuncien al gobierno cubano por las sistemáticas violaciones de los derechos humanos de sus sancionados a privación de libertad.

Ellos están totalmente desprotegidos en todos los sentidos. No sienten el amparo estatal, porque no lo tienen. Todo lo contrario, son tratados como basura, como escoria y no como lo que son, seres humanos: “aquí son los presos los que están tratando de sobrevivir, sin ayuda alguna de ellos” (el gobierno).

Sabemos que lo que exigimos no es tarea fácil, si tenemos en cuenta que el Estado Cubano se escuda detrás de principios internacionales como el de la soberanía nacional y el de la autodeterminación para esconder las constantes violaciones de los derechos humanos del pueblo de Cuba.

Ustedes son nuestra única esperanza. Represéntennos. Sean nuestra voz, nuestros embajadores ante el mundo y la opinión pública internacional, para que se respeten en nuestro país la dignidad, igualdad y la libertad. 

 

 
 
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