Crónica           IMPRIMIR
27 de febrero de 2008

El pueblo más culto

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Dos amigos y vecinos, Luis Manuel Alfonso, de 41 años, y Ernesto Lázaro del Rey, pagaron con pérdida de tiempo y desilusión la novatada de confiar en el anuncio de la agencia de valores TRASVAL, divulgado por radio y televisión, solicitando choferes.

Entusiasmados por la perspectiva de encontrar empleo como, y porque creían cumplir los requisitos exigidos por el empleador, se personaron en las oficinas de TRASVAL en el municipio Centro Habana, y se incorporaron a la larga cola de candidatos.

Mientras esperaban, repasaron los requisitos exigidos para ocupar el puesto: edad, años de experiencia, licencia de conducción actualizada, carné de identidad, residencia en la capital (no aceptaban a “palestinos”, residentes en otras provincias), antecedentes penales, y el noveno grado aprobado. Creyeron que tenían asegurado el empleo, y de paso, el jefe de sector de la policía les quitaría los ojos de encima porque se encontraban desempleados en ese momento.

La cola se iba acortando. Luis Manuel y Ernesto entraron al amplio y refrigerado salón. Sin preámbulo, un empleado hizo la advertencia:

-El que no tenga aprobado el duodécimo grado se puede marchar. Quien sea chofer de rastra, con no menos de cinco años de experiencia, aunque no tenga aprobado el grado doce, se queda.

Los amigos, bañados por un cubo de agua fría exigieron una aclaración:
-El anuncio dice noveno grado, no doce.

La respuesta no se hizo esperar.

-Debe ser un error, señores, se pueden marchar.

Al regreso, cuando viajaban en el ómnibus, Manuel y Ernesto comentaron que doce grado para trabajar como chofer era mucho pedir. Tal vez para laborar en una oficina o cualquier otro cargo burocrático estaba bien. ¿En qué lugar del mundo se exigía estar a un paso de la universidad para emplearse como chofer? Finalmente comentaron: “Ni que TRANSVAL fuera a emplearnos para tripular una nave espacial”.

Para ejercer oficios como cocinero, bodeguero, mensajero, cantinero, custodio, salvavidas, maletero, tendero, mozo de limpieza, se exige el duodécimo grado de escolaridad aprobado. En los trabajos relacionados con áreas verdes y recogida de basura, por ejemplo, se pasa por alto el nivel escolar, son sitios donde se rellena la plantilla con reclusos en libertad condicional y ex convictos.

No poseer la escolaridad exigida aparta a muchos del empleo deseado. Por esta razón el estado se ocupa de ofrecer constantemente cursos de superación escolar, y son varias las vías, desde asistencia a las aulas y cursos dirigidos o tele clases.

Cuando en 2002 el gobierno decidió desmantelar la mitad de los centrales azucareros, los trabajadores que no pudieron ser reubicados en otros centros de trabajo, fueron enviados a las aulas para justificar sus salarios.

Resulta curioso ver a muchos azucareros, casi a punto de jubilarse, escuchando al maestro explicar logaritmos, accidentes geográficos, Historia de Cuba, gramática, marxismo, materias que llegan a oídos del educando como extrañezas de ultratumba.
En la problemática laboral cubana es frecuente el caso contrario de graduados universitarios que se emplean en oficios desligados de sus carreras en aras de mejorar la economía, generalmente por concepto de propinas.

Sin importar años de servicio, hace algunos años muchos trabajadores quedaron desempleados por no poseer el nivel escolar requerido. Luego hubo un cambio de política ante el escándalo de esos desempleados, y se optó por mantenerlos en su cargo, práctica vigente todavía, pero con la obligación de superarse escolarmente.

El gobierno ha empleado grandes recursos, incluso a expensas de desatender otras ramas económicas, para proporcionar un nivel general de enseñanza considerado aceptable, pero tampoco es justo aplicar coyundas escolares a los trabajadores para presumir.

Dice un antiguo refrán que los hechos son tercos, y como la realidad es otra y se impone, hay sectores laborales que han tenido que ir cediendo en la exigencia de escolaridad.
Así, la Empresa de Ómnibus Metropolitanos de La Habana se conforma con que los candidatos a choferes tengan el décimo grado vencido, y no el duodécimo. Algo similar ocurre con la empresa estatal de custodios.

El deseo de hacer figurar la Isla como el país más culto del mundo es un buen propósito que tiene sus límites. No vaya a ocurrir como con el escudero de El Lazarillo de Tormes, sin una moneda siquiera para comer, pero que tan presumidamente se paseaba por las calles de Toledo

 

 

 
 
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