Crónica           IMPRIMIR
27 de febrero de 2008

Gato por liebre

José Hugo Fernández 

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Una de las primeras respuestas de los cubanos (la única notable a simple vista) ante eso que tan graciosamente llamaron “elección de nuestro nuevo gobierno”, ha sido correr hacia las casas de cambio (CADECAS). 

Mientras la Asamblea Nacional se reunía para el paripé el pasado 24 de febrero, en La Habana se echó a rodar la bola de que el precio del peso convertible (cuc) sería rebajado en breve desde su actual valor de cambio, 24 pesos, a 15.

El anuncio pudo parecer poco serio, no porque nos llegara a través de radio bemba, pues ya sabemos que aquí ningún rumor popular surge de la nada, y mucho menos gratuitamente, sino porque más de uno entre nosotros guardaba la esperanza, remota y hasta sin fundamento, de que el régimen en su nueva etapa se cuidaría de repetir las mismas barrabasadas que han hundido al país. 

Desde luego, ninguna transformación sustancial ha ocurrido en la economía cubana durante los últimos meses que propicie o justifique una decisión tan de fondo como la de bajar de un tirón, casi hasta la mitad de su precio, el cuc, cuya existencia es fruto de un disparate anterior, pero que una vez establecido como patrón de cambio, no puede ser devaluado antes de que se eleve (en el bolsillo de la gente, no en discursos ni en informes estadísticos) el valor de nuestra moneda de curso corriente, que es su contraparte. 
 
Si en vez de subir el valor de la moneda nacional, lo cual no es posible sino mediante avances sólidos que la respalden desde todos los referentes del sistema económico, el régimen acude otra vez a la reducción del cuc por decreto, no estaría intentando más que una variante de efecto que consiste en aparentar beneficio para una parte de la población a costa del perjuicio de otra parte (mayormente de los que reciben remesas), pero es sabido de antemano que ni los primeros saldrán beneficiados ni los segundos más perjudicados de lo que ya están al vivir dependientes de mecanismos ficticios para costear sus gastos.

Una vez tasado el cuc a 15 pesos, o al precio que se les ocurra, todos los productos y servicios, al menos los del mercado particular y el soterrado, que son los más estables y de mejor calidad, acomodarán sus valores de acuerdo con el nuevo patrón. Lo que hoy nos cuesta 24 pesos nos costará 15. Entonces no habrá pasado nada; es decir, nada más que la impresión engañosa de que nuestra economía se mueve sin caer, como el rabo del perro.

Aún más que bajar su precio, el régimen necesita desesperadamente eliminar el cuc. Pero eso es algo que no puede conseguir en tanto no sea capaz de estabilizar la debida correspondencia entre el dinero que gana la gente, legal y ordinariamente por su trabajo, y lo que se le ofrezca en el mercado de moneda nacional a través de un sistema único para la venta de productos y servicios que cubran sus necesidades básicas. 

De modo que ojalá no ocurra, pero si la nueva bola se confirma oficialmente, será prueba inequívoca de que continuamos en las mismas: recibiendo gato por liebre, al igual que en las últimas cinco décadas, mediante remedios que lejos de aliviar los problemas, terminan agravándolos y haciéndolos insolubles.

 

 
 
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