Crónica           IMPRIMIR
26 de febrero de 2008

Los niñitos privilegiados

Laritza Diversent

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Recientemente tuve un incidente desagradable con los trabajadores sociales en la comunidad en que resido. Aunque es un caso específico y personal, no deja de ser un ejemplo de la precariedad del sistema socialista. Uno de los podridos frutos que cosecha nuestro pueblo, resultado del fracaso de las delirantes medidas de Fidel Castro.

El pasado 9 de febrero, los niñitos privilegiados de Fidel Castro realizaron cambios de televisores en el Comité de Defensa de la Revolución número 18, ubicado en el callejón Gutiérrez, del Consejo Popular Eléctrico, en el municipio capitalino Arroyo Naranjo.

Llevaron a cabo su labor por medio de una lista previamente elaborada con los nombres y apellidos de los beneficiados. A mi padre, Claro Diversent, que estaba inscrito, le denegaron el cambio. Reclamó directamente ante el puesto de mando de los trabajadores sociales, radicado en la Casa de Cultura “13 de agosto” de la referida localidad. Para sorpresa de los presentes, constaba en los papeles que a mi padre ya le habían cambiado el televisor.

Ante la notoria irregularidad, decidieron aceptar mi reclamación y darme el derecho al cambio. Salió a la luz entonces que la trabajadora social Yanieska Salazar nos había denegado el televisor para dárselo a su hermana, pero utilizando en la lista el nombre de mi padre.

Pasaron tres días y no cumplieron lo acordado. Recurrí nuevamente al puesto de mando para exigir una explicación. La trabajadora social Maritza Verdecia Ceballo me comunicó que sus superiores habían determinado no favorecerme con el cambio en virtud de nuevas orientaciones que antes no se tuvieron en cuenta.

Es bien conocida por nuestro pueblo la corrupción de los niñitos privilegiados de Castro. También la conocen sus superiores, como alegó la señora Verdecia Ceballo. Ellos también son parte de la extensa cadena de personajes que viven del ciudadano común, que es la principal víctima de la decadencia que  vive  la sociedad cubana.

Los trabajadores sociales que transgredieron la legislación laboral y penal continúan en sus puestos de trabajo. Unas vacaciones en casa son la sanción por haberse enriquecido a costa del sudor de nuestro pueblo. Luego de un tiempo vuelven a la delincuencia, respaldados por su padrino y todo el sistema de gobierno.

A ello se debe que tengamos que soportar que hipócritamente los llamen “el batallón de la revolución”. Los que debían luchar contra las ilegalidades son los primeros corruptos. La batalla de ideas y la revolución energética les han dado el poder y las condiciones para extorsionar a la población, dejarse sobornar y favorecer a todas las ramas de su árbol genealógico.

El potencial delictivo no desapareció en estos jóvenes que no tenían expectativas de futuro. Las ventajas salariales, las oportunidades de tener un título universitario a largo plazo y sin rigor de estudio y las excelentes condiciones de trabajo de que disfrutan no han podido rescatar a las ovejitas negras descarriadas de Fidel Castro.

Este es y será el pago que recibiremos por el voto unido por el socialismo: tolerar que trabajadores sociales, como Meli Dueñas, expresen en plena calle que “su melón” (dinero) no lo compartiría con nadie.

Un prepotente Quijote de La Habana depositó la confianza, sin nuestro consentimiento, en quienes no la merecían.

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.