Crónica           IMPRIMIR
26 de febrero de 2008

Por no pensar torcido

Luis Cino

LA HABANA, Cuba,  febrero (www.cubanet.org) - Resulta que Silvio Rodríguez no se va a vivir a Chile. Según su colega y cófrade, Amaury Pérez, la noticia fue una broma en Internet (otra más) por el Día de los Inocentes.

Me alegra. No está bien que, luego de tantas décadas como cantor de la Corte y de anunciarnos enfático que él “se muere como vivió”, Silvio nos deje así, en la parte mejor de la película, con el recuerdo de sus canciones, para irse a vivir distinto, en otro paisaje. No es justo. El embarque entre todos, toca a menos. Además, ¿qué sería de los presos en las cárceles cubanas sin Silvio y sus canciones?

Me alegra todavía más que Eliécer Ávila, el estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas que sofocó a preguntas a Ricardo Alarcón, no esté preso ni sometido a represalias. Me alegra también que el muchacho siga siendo revolucionario. Nunca lo dudé. Mejor para él.  Habrá aceptado con disciplina el regaño. Como corresponde a un joven comunista.

Mis únicas dudas, luego de la escenita de la UCI, fueron respecto a la capacidad del Presidente de la Asamblea Nacional de responder en forma coherente  (por no decir  convincente) a algo que se le consulte.  Es evidente que tanto tiempo de unanimidad parlamentaria, atrofia.

¿Con la labia desfasada de semejantes dinosaurios nos quieren convencer de que está en marcha una revolución dentro de la revolución?

Algunos mal pensados creen que el video que sacaron de la UCI fue una emboscada que le tendieron a Alarcón. No hay que hacer mucho caso a los rumores.

A juzgar por curiosos artículos recientes de la prensa oficial, aquí no pasa nada raro. Sólo lo habitual. Fidel Castro se retira, pero no pasa nada. Leeremos las reflexiones “del compañero Fidel”, no del Comandante en Jefe.

Todo lo que hay, dicen, es mucho Wishful Thinking de los medios internacionales. Con tanto secretismo, no es para menos. Ni los cubanos de adentro entendemos qué pasa en Cuba. Pero se mueve, diría Galileo, a riesgo de contradecir al inamovible periódico Granma.

Dicen que, dentro de la revolución, siempre fueron normales la crítica y el debate. Yo no me enteré. Algo de eso escuché cuando no fueron los 10 millones de la zafra de 1970.  También  cuando durante el proceso de rectificación de errores nos llamaron (ahora sí) a construir el socialismo. Pensé hasta hace poco que fuimos nosotros los que no supimos interpretar correctamente las orientaciones del máximo líder. ¡Lástima de oportunidades perdidas de hablar alto y claro!

A decir verdad, hablar, lo que se dice hablar, siempre se habló. Sólo que en voz baja, atentos a que no llegara algún fisgón de lengua extra larga. Por los pasillos, en las colas, en las paradas de las guaguas. En la casa, si era entre amigos. Con el impulso y la licencia-coartada de cuatro tragos de ron y la música a todo volumen, mejor. Pero, evidentemente, esa forma de hablar no fue suficiente. Durante décadas los jefes escucharon sólo lo que deseaban escuchar.
 
El llamado de Raúl Castro a discutir en su discurso del 26 de julio de 2007 en Camagüey, pareció el muy necesario momento de retomar la conversación  que se interrumpió sin resultados en los parlamentos obreros de los años 90.

A pesar de tantos bombillos rojos que indican la urgencia de los cambios, las esperanzas se empiezan a desinflar. Huelo el desencanto en la calle. Se acaba la magia, si es que hubo alguna y no fue que soñamos con conejos que salían de una gorra militar.

Las señales son funestas.  Un periodista tan autorizado a opinar que Granma amplifica de prisa lo que escribe en Juventud Rebelde, funge de aguafiestas. Le preocupa mucho más lo que se dice sobre Cuba en la prensa internacional que lo que piensan los cubanos. Mal síntoma.

Parece que volvimos a no entender nada. Fallamos por no pensar torcido. Ahora que el Comandante en Jefe cedió el mando, poco hay que esperar de generales o tecnócratas, de la vieja guardia o los talibanes. ¿Y los reformistas? Bien, gracias. ¿Usted sabe algo de ellos?

Puede que la pretendida apertura  no fuera  lo que parecía, sino una bola de nieve echada a rodar por “conspiradores natos”. ¡Que pena que Liborio esté sumido en la ruina y el desencanto y no entienda las ocultas intenciones de los conspiradores!  

Un periodista llamado Pablo Valiente, al que nadie conoce,  se refirió a la  peligrosa posibilidad de que “animados por un sentimiento de auto preservación, pusiéramos freno a esta revolución dentro de la revolución”.

Por el bien de todos los cubanos, no debían hacerlo. La caja de Pandora si no se destapa, revienta.  Puede que no alcancen las jaulas para encerrar a las tiñosas. No importa. Siempre se diferenciarán bastante de los papagayos. Un cambio a tiempo puede  ser mucho mejor que un frenazo en seco.

Olviden los retranqueros e intrigantes de palacio el strip tease del osito Misha, la conspiración del Príncipe Valiente y otras fantasmagorías. Es más saludable que vengan a mi barrio para que Pepito les cuente un par de chistes y unas cuantas cosas más. Tal vez eso los baje de la nube.   

 

 
 
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