Crónica           IMPRIMIR
21 de febrero de 2008

Los girasoles de Belkis

Tania Díaz Castro

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Siempre que pienso en Belkis Cuza Malé, poeta y periodista, no la imagino en ese lugar de Texas que desconozco, sino escribiendo y pintando en su acogedor apartamento habanero, dibujando unos girasoles sobre papel que más tarde me obsequió y que he perdido. O mejor, en aquel lugar ignoto de la ciudad de Matanzas, donde hace más de 40 años, cómo olvidarlo, me confesó feliz su amor por el Poeta.

Texas es un lugar demasiado lejano para pensarla allí, esa amiga  de mi juventud de mirada valiente y sonrisa sincera, que dejó casa, libros, tierra natal, merecidas menciones en concursos nacionales a su poesía y obras teatrales. Belkis prefirió vivir en libertad.

Hoy quiero recordarla con su corazón palpitando de amor y acompañada del Poeta por las calles del Vedado. Ambos decididos a tener como causa y destino la defensa de la libertad.

Y es que Belkis, así como ama al ser humano, cada amanecer que vivimos, los animales y las plantas; desprecia a los tiranos, sobre todo a este que nos pegó en pleno rostro, porque de nuestros ojos se escapaban imprudentes y audaces lucecitas de libertad. 

Muchas veces he vuelto a leer esos poemas suyos llenos de ternura, inspirados en Ana Frank, la niña judía que fue víctima de la violencia nazi. 

O esos otros que Belkis inspiró al Poeta, tal vez los más hermosos de todos los que salieron del corazón de su Heberto Padilla: “Una muchacha se está muriendo entre mis brazos. Dice que es la desconcertada de un peligro mayor. Que anduvo noche y día para encontrar mi casa. Que ama las piedras grises de mi cuarto. Dice que tiene el nombre de la Reina de Saba”.

Pese a llevar el nombre de esa reina de tiempos nebulosos, esta muchacha de 67 años, “larga como los gansos” tiene los pies sobre la tierra, sabe dónde se encuentra el Bien y el Mal. No sólo dedica una buena parte de sus horas diarias a curar con ahínco a seres extraviados en la noche, sino además, a gritar por Cuba, con fuerza, como no lo hacen aquellos colegas nuestros que vemos tristemente en la televisión, con su cerviz doblada hasta el suelo de la patria.

Ahora mismo, lo confieso, me gustaría cruzar la calle 19 donde vivo y tocar a la puerta que tengo a pocos metros, frente a mi casa de Santa Fe. Que sea Belkis quien me abra esa puerta pintada de azul cenizo, porque necesito de una verdadera mano amiga, de su capacidad de lucha como el mejor de los ejemplos y pedirle de nuevo aquellos girasoles que me regaló hace mucho tiempo. 

 

 
 
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