Crónica           IMPRIMIR
19 de febrero de 2008

El llanto de San Valentín

Rafael Ferro Salas

PINAR DEL RIO, Cuba, febrero, ( www.cubanet.org ) -Las parejas de enamorados en esta provincia no tuvieron este año muchas opciones para celebrar su día. Los centros nocturnos de aquí exigen hoy el pago por sus servicios en moneda convertible y pocas personas tienen acceso a este tipo de moneda en la isla.

Los enamorados del casi todo el mundo occidental tienen su día el 14 de febrero de cada año. Los enamorados cubanos  buscan soluciones ante la escasez de ofertas por parte de Estado y crean iniciativas para no dejar morir los besos y el deseo.

En las esquinas de barrios y poblados se reúnen grupos de parejas jóvenes que se entregan  sin control al consumo de bebidas alcoholicas de fabricación casera para después consumar los arrebatos del placer por los montes de las periferias en cada lugar de residencia.

Los hoteles buenos de la provincia sólo ofrecen sus servicios a turistas extranjeros. A los pobladores les está prohibido el acceso a esas instalaciones. Existen dos centros  nocturnos en esta ciudad, por supuesto, propiedad del Estado, y en fechas específicas del calendario los gerentes  determinan cobrar  el servicio prestado en moneda convertible. El día de San Valentín es una de esas fechas.

Algunos de los menos jóvenes que se aman quedan a la deriva en sus casas, sin más remedio que rememorar  tiempos pasados que fueron algo mejores. Otros ya se dieron por vencidos y  dejan pasar sin penas ni glorias este día de febrero.

Resulta bien difícil también la decisión de comprar el regalo a la persona amada. Las únicas ofertas están a la venta en tiendas dolarizadas y los amantes se ven ante una disyuntiva: regalar o comer.

Así las cosas, cada 14 de febrero cubano nos deja ilusiones rotas, frustraciones inevitables, y hasta posibles rupturas de amores vencidos por la desesperación y la impotencia ante retos absurdos.

Este año, la noche de San Valentín fue  para los cubanos otra noche de amor y sombras. Otra jornada de pruebas para los que se quieren y caminan por las calles de esta isla cargando la esperanza en sus bolsillos rotos, tratando de evitar que caiga, dispuestos a seguir esperando un día 14 de febrero en el que San Valentín no llore.

 

 

 
 
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