Crónica           IMPRIMIR
19 de febrero de 2008

Chistes de orientales

Luis Cino

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Una de las pocas cosas que están cambiando en Cuba bajo la “era raulista” es el sentido del humor.

No me refiero a los chistes que sobre viajes y hoteles hizo  Ricardo Alarcón en la Universidad de Ciencias Informáticas. Tampoco a las promesas de abastecer de agua a la sahariana Santiago de Cuba del vapuleado por los electores secretario provincial del Partido Comunista santiaguero, Misael Enamorado. Hablo de otro tipo de humor.

En los últimos tiempos, la mitad de los chistes en los programas cómicos de la  televisión giran en torno a los precios en los mercados agropecuarios y las tiendas en divisas. La otra mitad son chistes sobre orientales.

Es para preocuparse. Con esta tercera inocencia que da para no creer en nada y simular que lo creemos casi todo, estamos a punto de aceptar  que los miles de orientales que pululan en La Habana son los culpables de todo lo malo que sucede en “la capital de todos los cubanos”.

De creer a los chistosos, “los palestinos” son responsables de todo. De las guaguas llenas, los robos, los hechos violentos, las barbacoas, los derrumbes en la Habana Vieja, la escasez de viviendas. Son culpables hasta de la destrucción del parque del barrio donde aprendimos a montar bicicleta y besamos a nuestra primera novia.

Las frustraciones acumuladas  de los habaneros se convirtieron en una perversa xenofobia  que alcanzó su clímax  durante los juegos finales de la pasada serie beisbolera entre los equipos Santiago e Industriales.  

Santiago fue campeón. Para bochorno nacional, se escuchó en el estadio Latinoamericano a miles de gargantas habaneras gritar ¡Váyanse, palestinos! y otros insultos.

Centenares de pobladores de las provincias orientales que van a La Habana en busca de mejores condiciones de vida, enfrentan el riesgo de ser deportados  a sus paupérrimos lugares de origen.
Desde 1997, el Decreto Ley 127 faculta a la policía a deportar de La Habana a todo aquel que no tenga en regla un documento provisional que lo autorice a estar en la capital por sólo unas semanas.

Las autoridades alegan que tratan de evitar que la superpoblación de la capital (alrededor de dos millones de habitantes) haga colapsar la maltrecha infraestructura citadina. “La Habana no aguanta más”, advirtió hace casi 30 años el “filósofo” Juan Formell.

La Habana, llena de bárbaros y barbaridades, regida por orientales, erige un muro de decretos y tonfas para contener la invasión de los bárbaros de Oriente.

La mayoría de los que emigran a la capital provienen de Guantánamo, Santiago, Granma y Holguín. Son las provincias más pobres del país y sus habitantes son mayoritariamente negros y mestizos. Los habaneros los llaman peyorativamente “palestinos” y “sin tierras” y se burlan de su acento cantarín al hablar.

Ingresar en la policía o en contingente de constructores fue la oportunidad de miles de orientales de establecerse en la capital. Tras ellos, acudieron familiares y amigos en busca de una vida mejor. El flujo  aumentó con el agravamiento de la situación económica en los años 90.  Ahora, la marea parece incontenible.

Decenas de barrios marginales poblados principalmente por orientales se levantan en los municipios capitalinos de Arroyo Naranjo, San Miguel del Padrón, Cotorro y Guanabacoa. Cambute, Guncuní, Los Mangos, Las 10 Caballerías, son sólo algunos de ellos.

Estimados conservadores calculan en más de 120 000 el número de sus pobladores. Viven en rústicas casuchas, en pésimas condiciones higiénicas y bajo la amenaza permanente del desalojo y la deportación.

Las villas miserias habaneras pobladas por inmigrantes orientales son otros de los rostros feos del socialismo cubano. No son motivos para chistes. Tampoco la amenaza de desalojo que pende sobre cientos de familias en el barrio de El Pití, en Holguín.  Muchos de ellos no tendrán otra opción que desafiar el Decreto Ley 127 y venir para La Habana.
Un entrañable amigo santiaguero recientemente fallecido, el promotor cultural Reinaldo Jaén, reclamaba la autoría, en un programa de Radio Taíno que escribía en los años 90 para la bella Susana Pérez, de la frase “la capital de todos los cubanos”.

Desmesurados como son los  artistas, no sé si realmente  la frase era de Rey. De lo que sí estoy seguro es que le dolía tanto como a mí ver a La Habana convertida en una despiadada y excluyente Jerusalén en pesos convertibles y vestida de verde olivo. Una hambreada Franja de Gaza donde policías palestinos cazan entre las ruinas a otros palestinos.

Tal vez  perdí el sentido del humor y exagero, pero no me gustan los chistes de orientales. Me preocupa qué pueda venir tras las bromas. ¿Progroms, ghettos y estrellas de cinco puntas?

Los ocurrentes humoristas de la TV que  inventan chistes sobre los que vienen de Buey Arriba, Alto Songo o Cacocún, ¿ya tienen, por casualidad, algún chistecito sobre los orientales de Birán?

 

 
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.