Crónica           IMPRIMIR
15 de febrero de 2008

Ínfulas sobre el escritorio 


Odel ín Alfonso Torna


LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - La sobredimensionada y desgarradora apología revolucionaria a la que nos sometemos a diario los cubanos, no pasa de ser el bloqueo de una doctrina desechada por la mayoría.

“El avestruz no es realista” y “Lo real no maravilloso”, dos títulos que sugiere el periodista Luis Sexto para su columna “Coloquiando”. Los textos fueron publicados los viernes 1 y 8 de febrero, en el diario Juventud Rebelde.

El comunicador conceptualiza el irrealismo como una nota que ha desafinado el pregón oficialista por años. Aunque no generaliza quiénes o cuántos voceros y periodistas del régimen padecen de esta falta de objetividad, lo cataloga de “fantasioso y carente de honradez”.

De cierta forma, no podemos juzgar del todo a los periodistas o demás seguidores “adeptos” a una doctrina que sólo sirve, como dice el buen cubano, “para buscarse los frijoles”. Ya lo dijo el poeta y escritor chileno Pablo Neruda: “Voy a tratar de comprender lo que no debo hacer y hacerlo.”

Generalmente, la prensa cubana se sirve de las ínfulas de un capitalismo de estado, el mismo que manipula y distorsiona cada una de las estadísticas en materia social y económica.

Luis Sexto lo caracteriza como una farsa que empaña ciertos preceptos revolucionarios, porque como él dice: “La mentira no es realista. Ni revolucionaria”.

El súper lenguaje utilizado por Sexto sentencia con maestría un realismo que declina su andamiaje sobre la sociedad cubana, la misma que zozobra en la mediocridad sin detenerse en términos literarios.  

Más adelante plantea: “La propaganda, que a veces pinta flores donde sólo quedan pétalos secos, es una lamentable sustituta del lenguaje político valiente, audaz, exacto.”

¿Es la propaganda, venga de donde venga, flexible, racional o competitiva?

No podemos o debemos olvidar que la verborrea castrista sale airosa siempre que recurre al match retrógrado con el pasado capitalista. Se presenta con un excesivo maquillaje de sobre cumplimientos en la producción y los servicios. Enmarca dentro de los proyectos sociales, metas revolucionarias que se “concretan” con solo chasquear los dedos.

Si vemos la polémica desde otra dimensión, me refiero desde el flanco disidente, donde me encuentro disparando verdades para unos o disparates para otros, entonces podemos pensar que el régimen está amenazado por otra especie de contestatarios.   

Sí echamos una mirada sobre cuánto puede repercutir el irrealismo sentenciado por Luís Sexto en otras arenas, no tan movedizas como la nuestra, ¿cuál sería el alcance mediático de los por cientos productivos de tal y más cual empresa, inflados o desinflados por la prensa oficialista?

Los comunicadores extranjeros acreditados en Cuba se sirven generalmente de estas ínfulas de escritorio. Sus reportajes traspasan la frontera reiterando el “equilibrio económico y social de la isla”.  

Me pregunto si lo del “irrealismo” va para con todo articulista de oficio, o simplemente para los que se auto titulan a última hora. Lo digo, porque me da por pensar en los avestruces que publican en primera plana, y tal vez se disgusten y saquen el cuello del hueco.

Puede parecer atrevido o real decir que la prensa oficial es un viejo calesero dormido sobre el quitrín esperando el próximo itinerario del amo.      

La síntesis del realismo cubano no es más que una praxis que nos mueve a sobre cumplir con las ilegalidades, nos despoja de los salarios en cuestión de horas o nos obliga a inflar globos en días no festivos.

Como sociedad seguiremos salpicados constantemente por la exclusión. También por una sobre dosis ideológica aderezada con despilfarro mediático. 

La prensa oficial se consagra, con cierta mesura y a solicitud del alto mando, a la auto crítica. Mientras caigan ínfulas sobre el escritorio y la carga culturalista de sus críticos sea poco digerible para el lector, el realismo tendrá la tapa puesta.

Creo que somos un pueblo con suficiente entendimiento y cultura como para recostarnos y observar, desde la sexta dimensión de Luis Sexto, un panorama tan claro y preciso como el que vivimos.

 

 

 
 
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