Crónica           IMPRIMIR
14 de febrero de 2008

Nefasto, Pinocho y los comunistas

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Existen mentiras y mentiras. No importa si nacen y crecen como bolas, engaños, embustes, falsedades, infundios, chismes, calumnias, patrañas o artificios, ninguna superará en alcance y estragos al globo revolucionario.

Y no porque nos dejen por más de cuatro décadas esperando a Godot, el permiso de salida del país, los materiales de construcción, el azúcar blanca para el mes, el derecho a disentir, pasar la noche en un hotel o adquirir en tiempo y forma el pollo de la dieta o el café, sino porque el único mal que puede durar más de 100 años es el globo bien inflado.

Nadie como Matías Pérez, el primer comunista que infló un globo en nuestro país, para confirmarlo.

Aunque de acuerdo con la periodista María Julia Mayoral, la mentira es tan antigua como la existencia humana, y al parecer, nunca dejará de tener promotores y adeptos en el mundo.

En Cuba no. Acá se hace tan difícil ver, palpar u oír una mentira como a la carne de res. Eso sí, asegura, tampoco podría pensarse que más de tres lustros de crisis económica en el período especial (¿15 años? ¿Cuál especialidad?), dejarían de reactivar comportamientos negativos y sirvieran de caldo de cultivo para nuevas expresiones de degradación o pérdida de valores éticos imprescindibles en el proceso de construcción del socialismo.

En el país de la verdad escondida, nunca. Porque en nuestra nación, si un niño miente, le crece la nariz como a Pinocho. En cambio, de ser un comunista adulto (y cuadro por más señas) quien suelta una guayaba más grande que una casa, le crece la barriga.

Y no sólo eso, sino que también le sale un aire acondicionado al auto,
tres apartamentos de seis cuartos cada uno que dan grima, alojamiento fijo en un hotel, y por si fueran pocas las desgracias y sacrificios, le sale un viaje al extranjero a cada rato.

Nada, que con una media verdad se mueve el mundo, se construyen 150 mil viviendas en un año, se fabrican 11 millones de estuches con fricandel para el consumo interno, se reproducen los cerdos a 12 por sonrisa, se adquieren dos pares de zapatos y una muda de ropa con el salario mínimo, y la merienda escolar tiene un éxito extraordinario.

Por otra parte, con otra media mentira los ómnibus transitan a cuatro por personas, se sobre cumple la siembra de rana toros, y la lluvia, el calor y los americanos impiden que comamos papa, tomemos un refresco en moneda nacional y nos sentemos en el malecón sin que nos presenten sus respetos 30 policías.

Nos habían casado con la mentira, pero supimos divorciarnos a tiempo, y ahora preferimos vivir en concubinato junto a ella.

Pero la verdad es que las mentiras son tan necesarias como el sol, pues nos levantan el ego, hacen que la ineficiencia sea un honor, los trenes lleguen a tiempo, el agua no demore más allá de tres días o veinte años, y cuando no ganemos un campeonato de béisbol sea por culpa de la diferencia de horarios.

Hay que vivir en Cuba, ser un luchador o un cuadro para comprender la verdad de la mentira.

¿Quién ha osado decir una mentira tan real como: me importa un pepino la revolución y sus logros en cifras y datos; o quisiera irme ahora mismo del país, lo mío primero y el extranjero después, y ser periodista en un órgano de prensa  oficial es un trago amargo?

Decir, como lo hiciera María Julia Mayoral, que muchos cuadros mienten no significa un ataque, sino un reconocimiento al esfuerzo individual y colectivo.

No una reprimenda, sólo un llamado de alerta para que en sus informes a la próxima asamblea aumenten la producción y los salarios, acaben con los baches, decreten la muerte definitiva de los mosquitos, hagan espesar la leche, asequible el bistec de los búfalos vietnamitas, y sobre todo, reparen de una vez círculos infantiles, escuelas, hospitales, centros recreativos, geriátricos y campos santos, en ese orden de importancia.

Tenemos que estar preparados y andar a cuatro ojos y seis oídos. El fantasma de la tontería informa sobre Cuba y no estamos preparados para oír tantas verdades.

Eso se los seguro yo, Nefasto “El cuadro”

 

 
 
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