Crónica           IMPRIMIR
12 de febrero de 2008

Vindicación del huevo

Oscar Mario González   
                                                          

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Satanizado  por dietistas y técnicos  en nutrición  durante las últimas décadas como agente responsable del exceso de colesterol en el organismo, como causante  de la obesidad y de los padecimientos cardiovasculares entre otros, el huevo, fruto amoroso de la gallina, ha sido reivindicado por los últimos descubrimientos científicos.

Instituciones especializadas de acreditado prestigio aseguran que el huevo de gallina es bueno para casi todo. Por ejemplo, la Universidad de Guelph en Canadá, tras analizar más de l80 trabajos científicos referidos al asunto, llegó a la conclusión de que “el huevo es la mejor fuente de nutrientes que existe, además de su  bajo precio, gran aceptabilidad y versatilidad”.

Pero aún muchos miran  a este alimento con desconfianza luego de que en las últimas tres o cuatro décadas se le considerara como enemigo de la buena salud.

Téngase en cuenta que ocho años atrás, el 21/4/99, la prestigiosa revista JAMA de la American Medical Association recomendaba  la reducción del consumo de huevo para rebajar el nivel de colesterol y prevenir los padecimientos cardiovasculares.

Cuba, siempre atenta a cuanta bachata y cumbancha se promueva en el planeta, no podía quedarse fuera y en septiembre de 2007 celebró un Congreso Internacional del Huevo cuyos resultados y pormenores fueron muy poco divulgados. Solo la televisión mostró algo del evento. A varios especialistas participantes se les vio por la pantalla chica, cantando loas al alimento y dándole luz verde a su consumo ya fuera hervido, en revoltillo, frito o en cualquiera de las numerosas formas de prepararlo.

Es bueno recordarle al mundo que si existe un pueblo en este universo agradecido al huevo, ese es el pueblo cubano. No tenemos como pagarle cuánto ha hecho por nosotros en este medio siglo de “maromas” y de “sálvese quien pueda”.

Durante casi cincuenta años ha sido la única fuente de proteínas animal al alcance del criollo de manera sistemática. Porque este socialismo poco dado al “plato fuerte” y manisuelto para el agua con azúcar y los cocimientos de hojas y de raíces, justo es decirlo, siempre ha garantizado algún huevito en la mesa, de modo que el ciudadano tenga un mínimo de vitalidad. Que posea la fuerza necesaria para empujar el armatoste revolucionario, ya sea en la trinchera laboral, en el estudio y con el fusil. Sin descuidar, y esto es importante, la participación en la tribuna o en la plaza y mucho menos la actividad sexual, garantía de la procreación, del disfrute y  del relevo generacional.

Porque justo es decirlo, el huevo ha jugado a las escondidas pero nunca se ausentó del todo. Unas veces a diez por persona, otras a seis y por la libre durante un corto periodo a mediados de los años 80, hasta llegar al presente con cinco a l5 centavos y otros cinco a noventa para un total de 10 huevos por persona al mes. El gobierno, hay que reconocerlo, le ha dado libertad al pueblo para comer las diez unidades en la forma y proporción que desee. Usted se los come todos en tres días o a razón de uno cada tres días para que llene los treinta  del mes. Lo mismo lo consume en tortilla o revoltillo, frito que salcochado. En fin, que vivimos en un  país libre y soberano y usted hace con sus huevos lo que le de la “reverendísima” gana.

 Los hijos de este pedacito de mundo insular nunca olvidan que cuando la carne de res, el tasajo uruguayo, el bacalao noruego, la leche de vaca, la langosta y el camarón le dieron la espalda para ir tras los ministros, los gerentes y los pejes gordos del Partido y las organizaciones de masas, el huevo siguió a su lado. Unas veces menos visibles y otras más frecuentes en la mesa pero siempre al lado del humilde ya fuera en el hogar, en la escuela, en la trinchera  y en el trabajo voluntario permanente. Siempre fue sostén del cuerpo y del espíritu. Hasta el humilde balsero lleva a veces su pan con tortilla para la travesía.

Del huevo se aprovecha todo. La clara y la yema para la salud del organismo y la “cascarilla” (cáscara pulverizada),  para espantar a los muertos y sus espíritus burlones. No se sabe lo que hubiera sido del cubano sin el huevo. Por eso no sería nada descabellado, sino por el contrario justo y sensato, que la bandera por la lucha de estos últimos cincuenta años de comunismo fuese toda de color negro por el sufrimiento vivido, con un huevo solitario en el mismísimo centro por haber sido salvador  indiscutible de todos los cubanos durante medio siglo.

 

 
 
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